La nieve todavía no ha caído, pero las calles y
la gente ya están contagiados del espíritu navideño. Ayer fue el primer día del
mercadillo navideño (Weihnachtsmarkt)
en Friburgo, por lo que me pasé a echarle un vistazo rápido y disfrutar un poco
de un cielo inusualmente despejado. No había demasiada gente al ser bastante pronto,
pero aun así se respiraba el ajetreo propio de estas fechas.
Me vi tentada de pedir un vaso de Glühwein para calentarme los dedos,
porque de tanto fotografiar apenas los sentía. Luego recordé que el que me pedí
en Viena acabó casi todo en la nieve cuando se fueron sus propiedades “calentadoras”,
así que se me fueron las ganas de comprarlo. Le echan tantas especias que tiene
un sabor demasiado fuerte en mi opinión.
El viernes por la tarde fue al cine de la
universidad. En la facultad hay una sala inmensa donde suelen echar bastantes
películas a muy buen precio. El carné de socio cuesta 3€ y cada película 1,5€. La
ventaja es que además puedes llevarte comida de casa, por lo que la gente se
lleva todo tipo de provisiones: porciones desproporcionadas de pizza, nachos,
gominolas, tabletas de chocolate… De momento he visto Blue Valentine y The Great
Gatsby. La primera ya la había visto, pero me gustó tanto que no pude
resistirme a verla de nuevo.
Por si no había tenido suficiente cine esa
semana, repetí sesión el sábado, aunque para ver un blockbuster: la segunda parte de Los Juegos del Hambre. No me
declaro fan incondicional de la saga, pero ya había visto la primera parte y
una chica finlandesa me propuso ir a verla.
En general todo marcha bastante bien. Ayer logré
al fin acabar de redactar mi primer Protokoll
íntegramente en alemán. Seguramente esté plagado de fallos, porque llegaba un
momento que mi cerebro no daba para más. Tanto Indirekte Rede y Präteritum me
causó severos quebraderos de cabeza, ya que no se utilizan en el lenguaje
diario hablado. Me tocará pedirle a mi compañera de piso que lo revise, porque
habrá todo tipo de perlitas.
Me cuesta creer que me queda menos de un mes para
pisar de nuevo tierras españolas, aunque solo será durante cinco días. Tengo
muchas ganas de reencontrarme con mis amigas, a las cuales no veo desde junio. Regreso
el 22 de diciembre y parto el 27 por la noche con el coche, porque mi familia
ha alquilado una casa en un pueblo cerca de Friburgo para pasar la Nochevieja. Lo
bueno de ir con el coche es que podremos visitar ciudades de alrededor y que
podré traerme alimentos españoles. La restricción de espacio al volar me saca
de quicio.
Todo Erasmus que se precie realiza viajes y
excursiones día sí y día también. Tal
vez sea por el espíritu contagioso de aprovechar la estancia al máximo, pero lo
bien cierto es que los tentadores precios asequibles y las miles de ofertas
hacen del Erasmus la situación propicia para satisfacer a las almas ávidas de
ver mundo.
Estas últimas semanas he estado en distintos
sitios de los alrededores de la Selva Negra. Uno de ellos fue Feldberg, la
montaña más alta de esta región. Después de maldecir mil veces mi mala
condición física a medida que avanzaba por la empinada ladera, alcanzamos al
fin la cima. Un cielo despejado nos brindó la oportunidad de disfrutar de unas
vistas espectaculares. El lugar es objeto de culto de numerosos esquiadores,
porque en invierno es donde la mayoría de la gente de los alrededores acude,
para sacarle así el máximo partido a la nieve sobre los esquís.
A la vuelta paré en Titisee, un pueblo en el que estuve hace dos años y que me encantó. Tiene un lago precioso y es un punto turístico bastante visitado de la zona. Todos los viajes eran gratuitos, ya que entraban dentro del Semesterticket.
Un domingo estuve en Basilea, Suiza. La ventaja
de Freiburg es que se encuentra tan cerca de la frontera que en cuestión de
poco tiempo puedes estar tanto en Francia como en Suiza. Este viaje lo
organizaba el Studentenwerk y solo costaba 15 euros, por lo que no me lo pensé
dos veces. La ciudad en sí no me pareció gran cosa. Ya estuve hace tres años en
este país y ciudades como Berna o Lucerna le dan mil vueltas a Basilea, desde
mi punto de vista. Aun así, la entrada a los museos era gratis y pude disfrutar
de obras pertenecientes a artistas de la talla de Picasso o Van Gogh.
Todo en Suiza es muchísimo más caro. Para que os
hagáis una idea, una pizza te puede costar perfectamente 18 euros. Tomé la
sabia decisión de esperarme hasta llegar a Freiburg para comprarme la cena,
porque no tenía intención de tener que donar un riñón para alimentarme.
El viernes pasado estuve en Schauinsland, otro
monte de la Selva Negra que traducido literalmente es algo así como “mira en el
país”. Esto es así porque desde este punto se puede contemplar casi todo lo de
alrededor. Tuve la suerte de que incluso se pudieran contemplar los Alpes a lo
lejos. También pude disfrutar de una deliciosa Schwarzwälder Kirschtorte, la tarta típica de la Selva Negra.
Ayer por la noche fui a la Mensa a ver Tatort,
como es tradición para muchos universitarios alemanes. La entrada es gratuita
si eres miembro del club internacional y además hay sopa caliente para todos,
lo cual se agradece cuando las temperaturas son tan bajas.
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