Heidelberg se viste de primavera

Pocas cosas parecen sentarle tan bien a Alemania como la primavera. Las horas de luz se prolongan, en los lindes de los caminos crecen florecillas silvestres y la bicicleta se convierte en el medio de transporte preferido. Yo puse a punto mi bici a principios del semestre, con tal de no pagar el Semesterticket, que en Heidelberg ya está por los 165 € (moco de pavo en comparación con España, pero robo a mano armada con respecto a otras universidades alemanas). Seguramente me toque despedirme de mi bici, que compré hace dos años en Leipzig, a finales de septiembre, la fecha definitiva de mi mudanza, ya que ese mes todavía tengo que hacer los exámenes orales del máster. No me preguntéis por qué, pero en este país no tienen suficiente con torturar a los estudiantes con un proyecto final, sino que se aseguran de que pases un verano fantástico preparando las pruebas orales.

Esta semana de mayo la he pasado como una auténtica ermitaña, enclaustrada en mi habitación traduciendo un encargo de once documentos y completando a la vez un curso en línea de acreditación de examinadores DELE A1 y A2. Esto me ha obligado a dejar un poco de lado el proyecto fin de máster, pero por suerte comencé a escribirlo antes de que el semestre empezase, lo que supone todo un respiro. Por cierto, ¡muchas gracias a todos aquellos que participaron en la encuesta! Ya he obtenido las respuestas que necesitaba y he podido ponerme de inmediato con el análisis de los resultados. La fecha de entrega es el 13 de julio, así que no debería haber mayor problema de tiempo. 

Tras tantas horas frente al ordenador, ayer me tomé un descanso bien merecido para pasear por la ruta donde siempre voy a correr. Se trata de una zona bastante tranquila, con terrenos paralelos al Neckar donde hay muchas plantaciones de fresas, colza y lechuga. Retomando las ventajas de la primavera, una de las cosas que más aprecio es poder comer fruta que no esté más insípida que un cubito de hielo —algo de lo más común el resto del año—. De ahí que en mi bol de muesli de todas las mañanas no puedan faltar arándanos, fresas o frambuesas. Qué tendrá el desayuno que siempre ha sido mi comida del día preferida.

Con la llegada de la primeravera, me he animado a empezar la lectura de algunos libros que tenía pendientes desde el pasado invierno, así que igual publico una entrada próximamente para compartir impresiones. De momento estoy con estas tres novelas: Arráncame la vida, de la autora mexicana Ángeles Mastretta, Call me by your name, que me pareció imprescindible tras quedarme embelesada viendo el largometraje homónimo y Die toten Seelen, por insistencia de M. Las siguientes lecturas aguardan todavía sobre el escritorio, junto a un bónsai que M. me trajo de Budapest y que, o bien anda algo perjudicado por el viaje, o bien se empeña en dejarme bien claro que, como dirían por estas tierras, «no tengo un pulgar verde» (einen grünen Daumen haben).