Después de un mes sin actualizar (he tenido que
comprobar varias veces la fecha de la anterior entrada, porque me parecía mucho
tiempo), regreso para hablaros acerca de mi estancia en Gran Canaria.
Huir de Valencia en época de fallas ha pasado a
ser costumbre, por no decir una necesidad. Nunca me lo pienso dos veces con tal
de escapar del ruido de los petardos, del olor a pólvora y de los borrachos
agarrados a las farolas. Por mucho encanto que le vean los valencianos a estas
fiestas, para mí siempre han significado una excusa perfecta para realizar una
escapada. El destino de este año no ha sido en territorio extranjero, aunque sí
fuera de la península: Gran Canaria.
Fue difícil encontrar el lugar idóneo, porque
mi novio volaba desde Basilea y yo lo hacía desde Valencia, así que había que
cuadrar más o menos horarios para que coincidiese que ambos llegásemos y
saliésemos el mismo día. A esto había que sumarle las exigencias de Milan de
hallar un sitio cálido que fuese acorde a su concepción de “vacaciones
paradisíacas”. Vamos, que aquellas ciudades más al norte de Friburgo quedaban
descartadas. Teniendo todo esto en cuenta, resultó que la mejor opción era esta
isla.
Como Milan llegaba por la mañana, él se
encargaba de coger las llaves del apartahotel que habíamos reservado, ya que mi
avión aterrizaba casi a las doce de la noche. Ryanair y sus horarios de cine,
sí. A esta hora ni siquiera pasaban los autobuses, por lo que yo ya estaba
preparándome para donar mi riñón y costearme así el viaje en taxi desde el
aeropuerto. Pero la suerte quiso que la pasajera que se sentaba a mi lado se
ofreciese a llevarme en coche hasta el centro de la ciudad, por lo que solo
tuve que ir en taxi unos 5 minutos.
El lugar donde nos alojábamos estaba justo al
lado de la Playa de las Canteras, una bonita playa del norte no tan turística
como otras del sur, véase Maspalomas o la Playa del Inglés. Aun así, los días
de buen tiempo el paseo marítimo estaba atestado de turistas. Ingleses,
finlandeses y alemanes con pieles de horchata que pedían a gritos capas de protección
solar para no volverse rojo pimentón en cuestión de minutos. Para consuelo de
muchos, hay que destacar que los pies los llevan siempre bien protegidos,
gracias al antiestético conjunto de sandalias Birkenstock con calcetines. “No,
si no me he quemado por completo. Mis pies siguen conservando intacto su blanco
nuclear”.
Esta semana en la isla ha servido sobre todo
para desconectar del estrés de la universidad. He intentado tomármelo con
calma, así que no ha sido en absoluto el típico viaje de “visitar la isla de
cabo a rabo”. La mayor parte del tiempo lo pasamos dando largo paseos por la
playa, contemplando atardeceres, leyendo o disfrutando de una buena cena.
Como me negaba en rotundo a acabar en los
restaurantes-trampa para turistas, me informé un poco por Internet sobre qué lugares
para comer estaban bien. A veces tan solo hay que girar un callejón para
descubrir un sitio que merece la pena. Este es el caso de Mestizo Tasca, un
pequeño restaurante cerca del paseo marítimo de las Canteras. Con una
apariencia similar a la de una gruta y un ambiente de lo más agradable, este
lugar sirve platos no excesivamente caros, bastante elaborados y riquísimos. Como
llegamos bastante pronto (sobre las ocho), no tuvimos problema para encontrar
mesa, pero en cuestión de minutos se llenó por completo a pesar de que era
martes. Creo que es un sitio clave para los amantes de la buena cocina que no
quieren dejarse el dineral del siglo. Los platos rondan en torno a los 8 euros
y se prestan a compartirse entre dos, para así probar varios distintos.
Nosotros pedimos la cazuela de queso provolone, pollo caramelizado con cous
cous y pistachos y el volcán de chocolate de postre.
Gran Canaria es una isla de contrastes. Igual
te encuentras con un bonito jardín botánico que con zonas totalmente desérticas
que te hacen pensar que has acabado en las afueras de Kuwait. El centro
histórico no es demasiado grande y puede recorrerse en poco tiempo a pie. Los
edificios son por regla general bastante bajos y no demasiado homogéneos por lo
que al estilo arquitectónico se refiere, pero aun así hay zonas que merece la
pena visitar.
Después de esta semana de relajación por
tierras canarias, me toca volver a la cruda realidad y enclaustrarme en mi
cuarto para lidiar con la montaña de trabajo que tengo. El próximo viaje será
el 6 de mayo a mi queridísima Alemania, como resultado de una compra compulsiva
de billetes a Frankfurt Hahn, al ver que estaban a un precio de risa. Todavía
no sé si me quedaré por la zona de Renania, en la que ya trabajé de au pair, o
si viajaré de nuevo hasta Friburgo. El problema de esta última opción es que
las conexiones no son para tirar cohetes, pero lo bueno es que no tendría que
preocuparme por el alojamiento. Tengo que sopesar las distintas opciones, así
que ya os contaré qué pasa al final.
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