En esta entrada prosigo con la capital alemana, más en concreto con mis lugares preferidos. Con esta selección intento salirme un poco de los puntos clave que toda guía turística contiene, así que omitiré lugares tan emblemáticos como la Puerta de Brandenburgo o la Fernsehturm. Los conoce todo el mundo y poco sentido tiene mencionarlos.

1.      Literaturhaus (Fasanenstraße 23)

Creo que sería injusto empezar por otro sitio que no fuera la Literaturhaus. Su apacible ambiente hace que nos preguntemos si realmente estamos donde estamos, pues se encuentra situada a pocos metros de Ku’damm, la calle comercial por excelencia de Berlín.  

Perteneciente al barrio de Charlottenburg-Wilmersdorf, esta institución se fundó en 1986 con el objetivo de promocionar la literatura contemporánea del Berlín Occidental, por lo que aún hoy en día acoge todo tipo de eventos, como exposiciones o simposios. Además, cuenta con una cafetería-restaurante (Wintergarten) en su interior y con una pequeña pero acogedora librería. Lo que en mi opinión le otorga tanto encanto es la terraza situada justo a la entrada. Forma parte de la cafetería y se trata de un pequeño jardín cercado, colindado por arbustos y con una disposición de mesas y sillas de madera sobre un uniforme suelo empedrado. Sin duda alguna, el toque de distinción se lo aportan los edificios y villas neoclasicistas a ambos lados, que ejemplifican a la perfección el estilo de vida burgués de la sociedad berlinesa de principios del siglo XX.

Este fantástico rincón me lo mostró una amiga mía, después de haber hecho una buena sesión de compras. Tras el ajetreo de ir de un lado para otro con las bolsas, tomar asiento en un lugar así me sentó de maravilla. Había varias personas que se dedicaban exclusivamente a escribir con la única compañía de una taza de café, mientras que el resto de conversaciones se caracterizaban por un tono de voz calmado.  Es de esos rincones de la ciudad donde a buen seguro se han escrito, si no por completo, fragmentos de muchos relatos, novelas o poemas.





2.     Hackesche Höfe (Rosenthaler Straße 40/41)

Como su propio nombre indica, este complejo de patios cerrados está localizado enfrente del mercado Hackescher. En su interior hay tanto pequeñas tiendas como oficinas y viviendas, pues es un claro ejemplo de cómo a principios del siglo XX se establecía una diferenciación entre las zonas residenciales y las comerciales. Fueron diseñados por el arquitecto August Endell en un estilo Art Nouveau y los edificios de su interior tienen fachadas que en muchas ocasiones están decoradas con enredaderas. Quizás sea el primero de todos el que tiene un aspecto más característico, gracias al intenso color azul de sus ladrillos vitrificados.

Además de haber archiconocidas marcas como MAC o H&M, también pueden adquirirse los queridos Ampelmänner en el patio número 5.  






3.     Aeropuerto Tempelhof

Si Berlín ya es una ciudad única de por sí, este aeropuerto “inactivo” es otro claro ejemplo de ello. Me permito la licencia de entrecomillar esta palabra porque, tras cerrar sus puertas a viajeros en 2008, este lugar es de todo menos inactivo. Lejos de tratarse de un complejo fantasma como el polémico aeropuerto de Castellón, ha pasado a ser un parque urbano con una extensión que supera a la del emblemático Central Park de Nueva York.

¿Qué podemos encontrarnos? Más bien de todo. Desde áreas de barbacoa y picnic hasta pequeños huertos con cajas de madera, los cuales se han convertido en zona de juego de pequeños y grandes. Los fines de semana suele estar lleno de gente que sale a hacer deporte (a pie, en bici o en patines) por la interminable superficie de asfalto.

Sus impresionantes dimensiones logran que sea prácticamente imposible abarcarlo todo con la vista. Berlín tiene fama de ser grande, pero uno no se da cuenta del sentido de este adjetivo hasta que no pone un pie en Tempelhof, pues no podría haber mejor manera de experimentar la colosal magnitud de la capital alemana.

El 25 de mayo de este año tuvo lugar un referéndum, donde se les preguntó a los ciudadanos si estaban a favor de la construcción de viviendas y oficinas. Por suerte, el 65% de los votantes se negó a que el Ayuntamiento acabase con parte del encanto de este parque tan peculiar.  




4.     RAW-Tempel (Revaler Straße 99)

Si con el antiguo aeropuerto ya hemos visto lo muy a pecho que se toman los berlineses el tema del reciclaje y la reutilización de espacios, el siguiente lugar también es una buena muestra de ello. Para ver el lado más urbano y creativo de Berlín, es necesario acercarse al barrio de Friedrichshain. Es aquí donde se encuentra una organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo es dar rienda suelta al lado más artístico e innovador de los ciudadanos. Acoge multitud de edificios que a simple vista podrían parecer predestinados al olvido. Antiguos almacenes industriales que, para no caer en el desuso, han pasado a convertirse en un conjunto de oficinas y estudios donde se desarrollan todo tipo de actividades socioculturales.

La estética del lugar podría dar la impresión de que se ha dejado de lado todo esfuerzo por lograr un ambiente agradable; no obstante, son las paredes de ladrillo plagadas de grafitis y este aire de abandono lo que lo convierten en un sitio tan especial. Recuerdo entrar en uno de los edificios y pensar de inmediato “aquí no tiene que haber nada”. Tras dar unos pasos por un pasillo casi a oscuras, pobremente iluminado por un tubo fluorescente, me di cuenta de que a mano derecha había una amplia sala donde estaba teniendo lugar una coreografía de ballet. Un pequeño cartel al lado de la puerta indicaba que era una academia de baile.





Para todos aquellos que queráis más consejos sobre la capital, os recomiendo dos blogs muy completos: Mit Vergnügen y Finding Berlin. El primero está en alemán y el segundo en inglés. Publican artículos sobre todo tipo de lugares de interés, como restaurantes o tiendas originales. 










Como podéis ver, he decidido darle un buen lavado de cara al blog. Sigo siéndole fiel a un estilo de lo más minimalista, por lo que tampoco tiene un diseño como para tirar cohetes, pero ya hacía tiempo que tenía en mente arreglarlo un poquito. A ver si así me animo yo también a actualizar con más frecuencia (sí, esto es lo que siempre me repito una y otra vez).

El caso es que estos días tan plomizos y una entrada que leí el otro día de la señorita Ampelfrau hicieron que me acordase de la capital alemana. Creo que nunca he llegado a hablar lo suficiente de lo mucho que me fascina esta ciudad, así que me gustaría dedicarle esta entrada a la que es, sin lugar a dudas, una de mis ciudades europeas preferidas.

Recientemente traduje un artículo de la revista online Café Magazine, en el que se habla sobre el argot berlinés que tan de moda está entre los jóvenes que allí residen. Os recomiendo que lo leáis, porque no es demasiado extenso y resulta muy curioso descubrir algunas características de esta jerga.

Si tuviera que describirle a alguien la ciudad de Berlín, no sabría muy bien por dónde empezar. En los últimos años han sido muchos los españoles que han emigrado a esta ciudad. Me vienen a la cabeza unas palabras que leí este verano en la edición alemana de Glamour: Jemand hat mal zu uns gesagt, Berlin sei im Sommer wie Barcelona – nur ohne Meer. Zu verdanken ist dieser Titel den vielen Südeuropäern und ganz besonders den Spaniern, die in den vergangenen zehn Jahren nach Berlin gekommen sind. (Uno vez nos dijeron que Berlín en verano es como Barcelona, solo que sin mar. Esta fama se debe al gran número de europeos del sur, en especial a los españoles que desde hace diez años han venido a Berlín).

En efecto, son muchos los que se decantan por la capital alemana como destino para emigrar. A pesar de ser la ciudad más conocida del país teutón, os voy a decir algo que se basa en mi percepción: Berlín es y no es Alemania. ¿Qué es lo que quiero decir con esto? Bueno, pues que si bien cada ciudad tiene sus peculiaridades, siempre hay ciertas características que hacen que logremos encasillarla dentro de un país. Sin embargo, en el caso de metrópolis como Londres, París o Berlín, poco tienen que ver con el resto de poblaciones dentro de las fronteras.

Desde mi punto de vista, quien se va a Berlín, no se va a Alemania. Su impresionante historia, su diversidad cultural y sus tantas otras idiosincrasias hacen que sea imposible encasillarla dentro de cualquier cajón de sastre. Y es que Berlín es, en sí, un gran cajón de sastre. Hay cabida para todos: desde el pragmático empresario de éxito que va de punta en blanco, hasta el excéntrico y bohemio artista aparentemente desgarbado. Con esto me tengo que morder un poco la lengua, ya que la creciente gentrificación ha hecho que para algunos colectivos cada vez se vuelva más complicado vivir en la capital. Los alquileres en los codiciados barrios de moda (Szeneviertel) se encarecen a una velocidad de vértigo. Berlín tenía precisamente la fama de ser una capital barata en comparación con otras como Viena o Londres, pero parece ser que esto cada vez se vuelve más irreal debido a la constante masificación que está teniendo lugar.

Yo he estado dos veces en Berlín y, a decir verdad, la segunda vez me gustó más que la primera. Creo que es uno de esos lugares que, cuanto más a fondo conoces, más hueco acaban ocupando en tu memoria (y corazón). La última fue en marzo de este año, donde me la recorrí prácticamente de punta a punta sobre una bicicleta de alquiler. No quiero extenderme demasiado, por lo que será en la siguiente entrada donde revelaré algunos de mis rincones preferidos de la capital.


¡Que paséis un buen domingo!

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