Tras casi dos meses de ausencia, me he decidido a escribir de nuevo. Tan solo me queda un día como auxiliar de conversación y me resulta extraño que esta etapa vaya a llegar a su fin. Por un lado, tengo la sensación de que han pasado mil años desde aquel día en el que llegué a la habitación sin amueblar de mi piso en Leipzig, totalmente empapada gracias a una inoportuna lluvia de finales de verano y con tantos bultos encima que las compañías aéreas de bajo coste me habrían echado del aeropuerto sin ni tan siquiera haber cruzado el control de seguridad.

Lo bien cierto es que este mes de mayo se ha caracterizado por innumerables escapadas, por lo que han sido más bien pocos los días que he ido al colegio. El día 5 me subí en un IC rumbo al norte de Alemania, en dirección a Oldemburgo, donde está trabajando como auxiliar una amiga. 45 minutos más tarde, porque ya se sabe que los retrasos con el DB son impepinables. Me quedé hasta el domingo y tuvimos tiempo de ver la ciudad por completo y de hacer una excursión de un día a Hamburgo.

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