Hacía tiempo que le daba vueltas a escribir una entrada sobre la lengua de este país. A petición de un comentario en mi anterior entrada, voy a dar una visión general de cómo he aprendido este idioma y cuáles son los trucos que, en mi opinión, funcionan mejor a la hora de estudiarlo. En la universidad tengo una asignatura que va precisamente sobre la enseñanza del alemán como lengua extranjera, porque siempre me ha parecido un tema interesante.  

Yo comencé a aprender alemán hará cosa de 3 años y medio, mucho antes de la repentina fiebre que brotó en España por aprender este idioma. Y si hay algo que he aprendido a lo largo de estos años es que la clave reside en la paciencia y en la constancia. Por mucho que suene a palabrería barata y repetitiva, es cierto. Un idioma no se aprende de la noche a la mañana, tal y como venden muchos cursos intensivos. Siempre me han hecho gracia los de eslóganes como “Habla fluido alemán con 1.000 palabras” o “Hazle sombra a Goethe tras 24 horas lectivas de alemán”. Se necesita tiempo para asentar unas bases e ir acostumbrándose a las nuevas estructuras de la lengua extranjera.

Para llegar a dominar bien un idioma es necesario olvidarse de la tradicional imagen que todo el mundo tiene en mente: persona frente a un pupitre lleno de libros de gramática, listas de verbos irregulares y ejercicios de rellenar huecos. Como es lógico, estos resultan necesarios e imprescindibles al comenzar a aprender el idioma, pero nunca resultan suficientes si queremos llegar a hablar una lengua de manera fluida.

El idioma hay que experimentarlo en todas sus facetas y en su entorno natural. Y para ello no es necesario tener un C1 o vivir en el país donde este se habla. Independientemente del nivel que tengamos y de dónde nos encontremos, hay algunos hábitos que pueden ayudarnos a perfeccionarlo.


Leer

No importa lo que sea, pero hay que leer. Yo siempre he sido de devorar libros y me encanta la literatura, por lo que no me importa pasarme el tiempo leyendo novelas. Pero esto no significa que haya que leerse Fausto para llegar a dominar el alemán. Conozco gente a la que no le gusta leer libros, por lo que se decanta por artículos de periódico (http://www.zeit.de, http://www.welt.de/). Al leer, adquirimos las estructuras del idioma casi de manera inconsciente. Es increíble cómo la memoria las va reteniendo sin que apenas nos demos cuenta. En ocasiones me vienen a la mente construcciones hechas o frases enteras que he leído previamente en libros.

Cualquier texto es bueno para mejorar el idioma. Y cuanta más variedad haya, mejor. Como método de distracción en mi tiempo muerto, es típico en mí leer las etiquetas de los champús y los paquetes de comida. Puede sonar algo deprimente, pero resulta ser muy útil. Una nunca sabe cuándo hará falta usar expresiones como “pelo encrespado” o “sin gluten”.

Otro sano hábito al tiempo que se lee es ir subrayando palabras que no comprendemos. Eso sí, terminantemente prohibido ir a buscarlas en seguida al diccionario. La lectura puede volverse pesada y agobiante si estamos todo el rato mirando qué significa cada cosa. Yo siempre tengo una libreta con listas de palabras, donde apunto aquellas nuevas que voy descubriendo con su traducción en español al lado. Es una forma de mantenerlas por escrito y poder ir a revisarlas de vez en cuando.  Por muy buen nivel que tengamos del idioma, siempre va a haber palabras que desconozcamos. Incluso en nuestra lengua materna, nunca dejamos de descubrir vocabulario nuevo.

Mis libretas de vocabulario para alemán e inglés



Punto importante: apuntar siempre los artículos junto a las palabras, pues no tienen nada que ver con los del español. Siempre hay que aprender la palabra con su artículo correspondiente, de lo contrario es como si solo aprendiéramos la mitad.

Aquí os dejo los títulos de algunas de mis novelas alemanas preferidas: Der Geschmack von Apfelkernen, Der geteilte Himmel, Der Tod in Venedig, Der Vorleser; Paare, Passanten, Der Atem. Ahora que me fijo, la mayoría empiezan con artículo masculino determinado. Nunca me había parado a pensarlo (reflexión profunda).


En niveles más bajos suele ser bueno leer cuentos para niños, con pocas palabras, o lecturas adaptadas.

Escuchar la radio/ ver películas, series

Siempre he pensado que escuchar la radio es una de las formas más amenas de aprender un idioma. Incluso cuando apenas tenemos unas nociones básicas, podemos ponernos cadenas donde suele haber música la mayor parte del tiempo, para que no se haga pesado. Una de mis preferidas es Bremen Vier (http://www.radiobremen.de/). Suelen poner las canciones del momento (Schlager), pero cada cierto tiempo suelen dar breves informes sobre el tiempo o las últimas noticias. Lo bueno es que también intercalan canciones alemanas, por lo que nos ayudan a familiarizarnos con artistas autóctonos (Philipp Poisel, Tim Bendzko, Bosse, Max Herre…).
  
Por lo general, no recomiendo ver películas o series alemanas si se tiene poco nivel. Siempre es una mejor opción ver películas que han sido dobladas al alemán. ¿Por qué? Bueno, estas suelen entenderse mucho mejor, ya que los actores no tienden a murmurar ni tener acentos. Eso sí, cuando ya se tiene cierto nivel, está muy bien ver largometrajes como Good bye, Lenin! o Das Leben der Anderen, porque nos ayuda también a conocer un poco más de la historia y cultura del país. Por lo que a las series respecta, se lleva la palma Tatort. Serie de suspense cuyos capítulos se ruedan en distintas ciudades de Alemania. Aquí siempre se reúnen muchos estudiantes en la Mensa para verla todos los domingos. Es como un ritual para ellos. Sin embargo, es complicado entender todo, porque muchos protagonistas suelen hablar con rasgos dialectales propios de la zona correspondiente.



Unos vídeos muy interesantes y fáciles de entender son los de Die Sendung mit der Maus. Son capítulos para niños donde se responden preguntas como “¿por qué la leche es blanca?”. http://www.wdrmaus.de/sachgeschichten/filme.php5 Así no solo aprendemos alemán, sino que descubrimos cosas curiosas.


Cometer errores es sano

Parece ser que muchos españoles siempre le tienen miedo a cometer errores. Hay gente que se niega a hablar alegando que no tienen un buen nivel. La cuestión es que, si no se habla, nunca se tiene el nivel. Nadie dice que hablar alemán sea sencillo. Todo lo contrario. La posición del verbo, las declinaciones y los géneros hacen del alemán una lengua complicada por lo que a la expresión oral se refiere. Sin embargo, sin errores jamás se aprende.

Al principio le pegarás mil patadas a los géneros de los objetos, tendrás la sensación de que un mono oligofrénico sabría expresar mejor que tú lo que quieres decir, te montarás batallas mentales sobre qué preposición utilizar esta vez… No importa. Habla. Comete errores. Los alemanes suelen estar bastante dispuestos a comprenderte y no sacan un cuchillo si has usado dativo en vez de acusativo. Son conscientes de lo difícil que es su idioma.

Muchos estudiantes Erasmus que están aquí no acaban de aprender el idioma precisamente por esta razón: no hablan. Se han pasado un año entero en Alemania ya la conversación más larga que han mantenido ha sido con la cajera del supermercado. Yo vivo con tres chicas alemanas y también hablo alemán con el resto de estudiantes internacionales, además de tener la mayoría de asignaturas de la facultad en alemán. Al pasarme prácticamente todo el tiempo hablando el idioma, lo hago de manera automática casi siempre. Eso no quiere decir, sin embargo, que cometa algún error de vez en cuando. Conozco gente con un certificado C2 que también comete errores tontos. Somos humanos, por lo que es imposible que no los hagamos.

Es cierto que aquí es mucho más sencillo practicar el oral que en España. Sin embargo, no es imposible hacerlo allí. Seguramente haya estudiantes Erasmus alemanes en tu ciudad con los que puedas quedar para hacer un tándem, o incluso compañeros de curso que también quieran practicar.


Los recursos son infinitos y están ahí, solo hace falta ponerle ganas y tener paciencia. El resto viene solo.


Cambiando de tercio, el pasado viernes St Nikolaus se pasó por nuestro WG :) Mis compañeras de piso y yo acordamos celebrarlo, por lo que al despertarme el 6 de diciembre, mi bota estaba llena con esto:




El domingo fui a Stuttgart con otros 8 estudiantes para ver el mercadito de Navidad. Solo nos costó 8 euros ida y vuelta a cada uno, porque compramos el billete de Baden-Württemberg, que resulta muy económico si viajas en grupo. Además, visitamos Esslingen am Neckar, que es una ciudad dentro de la región de Stuttgart, donde había un mercadillo medieval precioso. Realmente parecía que te habías trasladado en el tiempo. Los edificios de alrededor eran las típicas casas antiguas y todos los vendedores estaban vestidos con ropajes propios de la época. 







Y mucho menos en Navidad. Porque si la comida alemana ya tiene fama de ser contundente y enemiga de las operaciones verano (tanta patata y salsa podría alimentar legiones enteras de hombres hambrientos), eso no es ni punto de comparación con lo que te aguarda cuando las navidades están a la vuelta de la esquina (véase un mes antes).

Una ya tiene que mentalizarse de que en estas fechas lo que toca es cebarse como nunca antes. El cliché del niño rollizo alemán de mofletes como pelotas de baloncesto tiene su clara explicación en una sola palabra: Plätzchen, lo que en cristiano vendría a ser como “galleta”. Alemania es un paraíso para los amantes del dulce. No en vano tienen hasta un verbo para la expresión “comer dulces” (naschen). Es su pasatiempo preferido y saben cómo ganarse adeptos a esta afición. Yo nunca me he considerado una persona excesivamente golosa. Cierto es que a nadie le amarga un dulce y que, como a mucha otra gente, me gusta comer de vez en cuando chucherías; pero nunca he sido de comer demasiados. Resulta que el “de vez en cuando” ha pasado a ser un “día sí y día también”.



Paseas por el Weihnachtsmarkt y ya se te van los ojos por los puestos. Bajo el lema “no me vuelvo a casa sin probar esto”, probablemente haya saboreado medio mercado. Así, he descubierto que siento especial debilidad por unos pedacitos de cielo llamados Nussecken. Bendición en forma de triángulo con puntas de chocolate.


Luego está el tema del frío. Cuando las temperaturas son tan bajas, a los dedos les da por engarrotarse, hasta el punto de que ni los guantes te permiten sentir con normalidad la yema de los dedos. ¿Y qué mejor forma de combatir el frío en los dedos que una taza de chocolate caliente? En esos momentos te ríes en la cara de las mujeres de bragas rojas del Special K. Dios bendiga esas calorías.

Para compensar mis hábitos “insanos”, ayer me fui de excursión a Horben, un pueblo cerca de Friburgo. La primera nieve ya había caído e hizo bastante sol, por lo que  los paisajes eran de ensueño. Pero no podía ser un domingo sin dulces. Y menos el primer domingo de adviento. No, menuda aberración, por favor. Así que en Stusie, la residencia donde viven la mayoría de estudiantes internacionales, había tarde de cocinar galletas. Hicimos tandas hasta que el horno pidió clemencia (en su idioma claro, comenzando a tostar más de la cuenta las últimas galletas).










Pero no todo ha sido comer, claro. El viernes por la tarde patiné sobre hielo por primera vez en mi vida, quitándome la espinita clavada que siempre había tenido. Para mi asombro, resultó ser mucho más fácil de lo que pensaba, a pesar de que al principio tendía a poner los pies en posición pingüino.




El sábado celebramos el cumpleaños de una amiga francesa en un restaurante mexicano: Enchilada. Los precios no es que fuesen bajos, pero había Happy Hour, lo que significaba que todos los cócteles valían 3,5. Una ganga, vaya.

A continuación fui con una amiga finlandesa a una fiesta en el Stusiebar organizada por los estudiantes de Farmacia. No había demasiados Erasmus, sino que la mayoría eran alemanes alcoholizados a base de chupitos servidos en probetas. Viva la originalidad.

A la mañana siguiente asistí a un Flohmarkt que había en la Mensa. Me hice con un pañuelo adorable por el precio de 2€. Estaba lleno de puestos de ropa de segunda mano perteneciente a estudiantes. Me gustó tanto que espero que vuelvan a poner otro, porque había muchas cosas que merecían la pena.


Mañana voy precisamente a casa de esta chica a hornear Lebkuchen. Sí, más que confirmado: no es país para dietas. 

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