Nunca me cansaré de repetir hasta la saciedad que el otoño es mi estación del año preferida. Si antes me sobraban las razones para hacerlo, ahora que estoy viviendo el otoño en esta ciudad me doy cuenta de que todavía hay muchas más. Tal vez sea la variada gama de colores que viste los árboles (desde el ocre más claro hasta un rojo intenso sangre), o las intermitentes visitas de la lluvia, que impregnan el ambiente de una humedad reconfortante; o quizás sea que sigo en la nube de vivir en la ciudad de mis sueños.  






La primera semana de clases ha llegado a su fin. Tengo libres tanto los martescomo los viernes, por lo que no puedo quejarme en absoluto. Aun así, me he percatado del esfuerzo y dedicación que requieren algunas asignaturas. Son cinco en total:

  • Einführung in das Lehr und Forschungsgebiet DaF. Al parecer no había un nombre más largo (bueno, seguramente sí, que esto es Alemania). Básicamente se centra en técnicas para enseñar alemán como lengua extranjera. Ya hice un curso aplicado al español, así que el tema de la enseñanza de lenguas me interesa bastante. Como es lógico, se imparte en alemán. La dificultad radica a la hora de leer los artículos de Lingüística escritos por la profesora. Muchos nombres y términos me resultan familiares, porque di Lingüística aplicada a la Traducción en Valencia. Aun así, me toca leer cada párrafo varias veces para acabar de comprender exactamente qué es lo que se dice.

  •  Kontrastive Systemkompetenz I. Tras este extraño nombre se esconde una asignatura de traducción del alemán al español. Apenas somos 9 personas en clases y yo soy la única española, por lo que juego con una clara ventaja. La profesora nos reparte textos (que suelen ser literarios o periodísticos) y tenemos que traducirlos. No tiene mayor complicación y es bastante amena.


  • ALP - Language and the Media. Esta es la verdadera joyita del semestre. Una asignatura que en un principio no pensé que fuera a suponer ningún desafío. Sí que es cierto que en los últimos años he dejado un poco más aparcado el inglés por mi interés en mejorar mi alemán, pero mi nivel está en torno al C1 y no pensé que fuera a tener problemas con el idioma. La asignatura consiste en debatir en clase artículos de la prensa de habla inglesa. Como la profesora es canadiense, no solo tenemos que leer periódicos británicos y estadounidenses, sino que hay que sumarles los de su tierra natal, como es lógico. Mi sorpresa llegó al ver las discusiones que se montaron en torno a simples citas sobre el periodismo. Todos son alemanes a excepción de un americano y de mí. Alemanes que perfectamente podrían pasar por americanos. Ni un maldito titubeo al soltar sus ideas, ni un error gramatical, ni la más mínima duda a la hora de escoger las palabras. No solo requiere esfuerzo por el idioma, sino por el análisis crítico que hay que llevar a cabo.


  • Deutsche Gesellschaft, Geschichte und Kultur. Este es un curso del Sprachlehrinstitut destinado a estudiantes Erasmus. Los temas que se tratan en clase son muy variados, pero todos giran en torno a la historia y cultura alemana. Desde los dialectos, los partidos políticos, el nazismo, hasta el sistema educativo del país. Lo mejor de todo es la flexibilidad de la profesora, quien nos anima a proponer temas que nos interesen.


  • ALP – Presenting Arguments. El profesor es un americano que suele vestir con camisas hawaianas y se pone a dibujar con la música del móvil a todo volumen antes de que comience la clase. El propósito de la clase es aprender a rebatir argumentos, pero está enfocado de una manera muy amena y los debates suelen ser bastante interesantes. Este jueves estuvimos hablando sobre el Couchsurfing, por ejemplo.



Estoy muy contenta con todas las asignaturas, porque suelen despertar mi interés y no me importa dedicarles tiempo. Aunque sí que es cierto que me toca esforzarme más que en Valencia, creo que va a merecer la pena por todas las cosas que estoy aprendiendo.  

Anteayer brillaba tanto el sol que dejé los artículos de Lingüística escritos en alemán indescifrable a un lado y me fui a pasear a orillas del Dreisam. Y es que cuando sale un día así es un verdadero crimen no disfrutarlo.





Otra de las alegrías del día fue una bolsa que repartían a la entrada de la Mensa. Resultó estar llena de vales de descuento, una revista, bebidas… Nada que ver con la UV, ni por asomo. 
Como todo comienzo Erasmus que se precie, me ha tocado hacer papeleos varios para poder matricularme en la universidad. Empadronarme, obtener el certificado del seguro médico, firmar el contrato de la residencia… De todas formas, los trámites no me han parecido para tanto. Solo me falta hacer las modificaciones del Learning Agreement, pero todavía no puedo, ya que me falta una asignatura por matricularme.



A pesar de la aburrida burocracia, ha habido tiempo de sobra para conocer gente de todo el mundo. Gracias a la semana de bienvenida para estudiantes internacionales que ofrecía la universidad, conocer gente ha sido coser y cantar (más cantar que coser cuando había alguna cerveza de por medio, dicho sea de paso). Gente de Francia, Suecia, Finlandia, Italia, Polonia, Inglaterra,  Turquía, Estados Unidos, Portugal… Si empiezo a hacer la lista de nacionalidades podría no acabar. Como es lógico, está el grupo omnipresente de españolitos que van a todas partes juntos y que no cesan de utilizar su lengua madre, pero no he intercambiado ni una palabra con ninguno de ellos. Parece ser que consideran que es necesario mejorar su español. Y qué mejor sitio para hacerlo que Alemania.

A lo largo de esta semana he podido comprobar que el topicazo Erasmus de fiesta en fiesta y bebo porque me toca es totalmente cierto. Demasiados eventos en tan poco tiempo: cenas internacionales, pseudo Oktoberfest, Männerabend… Eso sí, también ha habido tiempo de tranquilidad y tiempo para mí misma. Me he sacado el carné de la biblioteca municipal, que me ha costado 10 euros para el año completo. El propósito es no arruinarme, porque cada vez que paso por delante de Thalia me inundan las ganas de comprarme un libro. Quizás por el deseo de llenar mis tristes y vacías estanterías. Tanto cajón para tan poco objeto es un crimen.

El invierno parece que ya ha llegado aquí. Ayer llegamos a los 3 grados y más valía no salir a la calle durante mucho tiempo si no querías que se te quedasen los mocos como troncos de repollo. Me resistía a utilizar los guantes, porque no quiero ni imaginarme qué tendré que ponerme cuando llegue el verdadero invierno; pero al final he acabado poniéndomelos. Les tengo aprecio a mis falanges.

Ayer fui por la tarde a un mercado de bicicletas de segunda mano. Por el camino me encontré a Sam, otro estudiante Erasmus que también iba en busca de una bici. Allí estábamos, en Carl-Kistner-Straße, siguiendo las indicaciones de los carteles que había en todas partes. Ni rastro de ningún mercado. Resulta que este tenía lugar en la Messe Freiburg. Que sí, que aparece en grande, pero abajo hay una dirección, por lo que ni nos planteamos que fuera en otro sitio distinto. 



Eran las cinco de la tarde y el mercado se acababa a las seis. Nos tocó coger el tranvía y el autobús. Cuando llegamos ya prácticamente no quedaba nadie. Entonces me acerqué a una chica que estaba a punto de marcharse para preguntarle si quedaba gente que todavía vendía bicicletas. Se le iluminó el rostro y me dijo que ella vendía la suya. Una vieja bici roja de la marca Peugeot. Al parecer ya casi había perdido las esperanzas de conseguir venderla, por lo que cuando vio que dudé ante su primera oferta de 40 euros, me dijo que me la dejaba en 30. No me lo pensé dos veces, porque yo llevaba la idea de que mínimo tendría que gastarme 50.


La única pega es que los frenos no funcionan demasiado bien. Tan solo va el trasero y hace un ruido bastante desagradable. Pero bueno, la llevaré a reparar y a ver cuánto me piden. De todas formas, sigue siendo más barato de lo que pensaba.
Os vuelvo a escribir desde tierras alemanas, pero no en calidad de au pair, sino de estudiante Erasmus. El martes por la noche llegué al fin a Freiburg. Todavía estoy en la etapa de “no me creo que esté viviendo en esta ciudad de ensueño”, pero poco a poco empiezo a concienciarme de que estudiaré dos semestres enteros.
Aun así, como no podía ser de otra manera, los contratiempos me estaban esperando con los brazos abiertos.

Resulta que al llegar al aeropuerto de Basilea, me encuentro con que mi autobús se acaba de marchar. No es que me pillase del todo de sorpresa, porque mi maleta salió bastante tarde, como de costumbre.  Me tocaba esperar otra hora (hasta las 23:45) para coger el próximo. Cuando ya me había hecho a la idea y me resignaba a esperar una hora entera, aparece un hombre que me comunica que se acaba de ir el autobús hacia Freiburg. “Sí, sí, estoy al tanto. Delante de mis narices ha pasado”, le respondo. Entonces me dice con toda la amabilidad del mundo que le acompañe, que él trabaja para la misma compañía. Sí, podéis imaginaros todas las películas policiacas de asesinatos, violaciones y secuestros que pasaron ante mis ojos, así como la vocecilla de fondo de mi madre rezando la archiconocida frase de: “No te fíes de desconocidos”. No sé si fueron mis pocas ganas de esperar otra hora más o algún impulso descabellado, pero me dispuse a seguirle hasta el furgón con algo de reparo.

El hombre se percató enseguida de mi reacción e intentó tranquilizarme diciéndome que dentro de nada llegaban sus clientes. Y así era, a los pocos segundos apareció un grupo de ancianitos alemanes, algo más tostados de lo normal porque acababan de llegar de su estancia en Mallorca. Entonces me acordé de que sí que era cierto que la compañía ofrecía un servicio de coches para grupos reducidos. El precio era el mismo que si hubiera cogido el bus, así que no me lo pensé dos veces y me subí. Qué tendrán los viejecitos alemanes que inspiran tanta confianza.

Antes de llegar a Freiburg hicimos algunas paradas para ir dejando a los otros pasajeros en sus respectivos domicilios. Una vez me dejó en la estación principal, me resultó fácil encontrar el camino hasta la residencia. A pesar de que eran solo en torno a 7 minutos andando, tenía que arrastrar la pesada maleta y todo el elenco de abrigos y bolsos que llevaba encima. El empedrado de la ciudad tampoco lo puso demasiado fácil, dicho sea de paso.

Al llegar tan tarde, me había tocado hacer uso del servicio Off-hour de recogida de llaves. Así que, tal y como había quedado con el tutor, me presenté a las 12 delante de su edificio y llamé a su timbre. Este es un estudiante de aproximadamente mi edad que se encarga de organizar actividades, excursiones y demás. Al ver que nadie respondía, le llamé por teléfono. Nada, no lo cogía. Le llamé como unas seis veces en total, hasta que me di cuenta de que no servía de nada. Sin ganas de pasar la noche enfrente de la puerta, me puse a preguntarle a todo estudiante que pasaba por allí a esas horas (véase alemanes y extranjeros alcoholizados). Si probablemente ya tendrían complicado atinar con la llave en la cerradura de sus habitaciones, mis explicaciones con un tono de voz desesperado les sonaban a chino. Tras una hora de reloj, me llamó al fin el tutor. Su disculpa fue un: “Oh, lo siento mucho, es que no había escuchado el móvil”. Ganas de matar aumentando.

Cuando entré en mi habitación me encontré con una gran estancia con complejo de hospital. Sí, todos los muebles nuevos y en perfecto estado, pero de un blanco aséptico que casi dañaba la vista, en consonancia con las paredes. La excursión al IKEA no tardó en llegar, pero todavía me queda comprar un par de cosas más para aclimatarme mejor. Supongo que cuando pase un poco más tiempo conseguiré ir convirtiéndolo poco a poco en mi hogar. Por lo demás, el piso está muy bien. Comparto cocina y baño, pero hay de todo gracias a mis compañeras, las cuales llevan aquí ya un año viviendo.


Intento de aportarle un poco de personalidad a la habitación

Vistas desde mi cuarto



Por lo que respecta a mis mis compañeras de piso, no tengo ninguna queja. Son tres chicas alemanas majísimas y una de Irán, con la cual apenas he intercambiado un par de frases porque no sale de su cuarto ni por asomo. Da la casualidad de que una de las chicas alemanas es de Göttingen, así que conoce a una amiga mía de allí. Está claro que el mundo es un pañuelo.

Todavía no he conocido estudiantes Erasmus, porque ayer me pasé todo el día comprando y hoy es la fiesta nacional alemana (Tag der Deutschen Einheit), así que está todo cerrado. Mañana hay un tour organizado por el Studentenwerk para hacer trámites, por lo que supongo que conoceré a más gente.

Esta mañana he vivido la odisea de tirar la basura en Alemania en toda regla. Tenemos un plan sobre tareas de cada semana, por lo que a mí me toca tirar la basura a lo largo de esta. Los cubos estaban tan llenos que me ha tocado hacer tres viajes en total. Llevan tan a rajatabla el tema del reciclaje que he ido con miedo por si la cagaba al tirarla en el contenedor que no era. Por suerte estaba todo bien indicado, por lo que únicamente he hecho más viajes que un tonto.


En definitiva, todo va genial. Esta ciudad no para de darme razones para enamorarme de ella. Y ahora que tengo la cámara nueva, voy como loca por todas las esquinas haciendo fotos. 





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