Qué mejor anticipo de las vacaciones que un cumpleaños de los que se quedan impresos en la memoria. El 12 de diciembre no fue un día cualquiera; no solo para mí, sino para la ciudad de Leipzig. Aunque para esta última no se trató de un motivo de alegría, sino más bien de lo contrario.

Para el pasado sábado se habían anunciado tres manifestaciones de extrema derecha en Connewitz y en Südvorstadt, por lo que la agitación era más que evidente: calles cortadas con coches de policía que impedían el paso, helicópteros sobrevolando la ciudad para supervisar la zona, piedras de la calzada que volaban de un lado a otro de la Karl-Liebknecht-Strasse, cristales rotos, tranvías paralizados, contenedores incendiados, multitud de espectadores curiosos que querían contemplar lo que ocurría… En definitiva, un caos que se saldó con múltiples heridos y detenidos.

Pocas festividades viven los alemanes con tanto entusiasmo como la Navidad. Ni el frío, ni las escasas horas de luz parecen hacer mella en su ánimo. Largos paseos por el Weihnachtsmarkt con una buena taza de Glühwein para que los dedos no se entumezcan, hornos a máxima potencia que impregnan todo el hogar del aroma del cardamomo y de la canela, niños cantando villancicos a pleno pulmón en medio de calles abarrotadas de gente, norias que no dejan de girar y que colman de luz y de color plazas enteras. 



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