El pasado 16 de agosto regresé a un lugar que siempre recuerdo con mucha añoranza: el Goethe-Institut de Göttingen. Fue aquí donde hace cinco años (apenas puedo creerlo) asistí a un curso intensivo de alemán durante cuatro semanas, gracias a una beca que obtuve al ganar un concurso de redacciones. El motivo de mi visita fue la fiesta de despedida que se organizaba, ya que la institución se ha visto obligada a abandonar su idílico emplazamiento en la Fridtjof-Nansen-Haus, una mansión que bien podría haber salido directamente de algún cuento de los hermanos Grimm. Pese al agrio sabor que todas las despedidas dejan tras de sí, me alegró mucho poder decirle adiós a un sitio que tanto ha llegado a significar para mí. 




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