Este
verano ha venido marcado por las mudanzas. La primera y más discreta fue la de
mi estudio en Bonn, a mediados de julio. La segunda y más ardua fue la de
Friburgo: a finales de julio tuvimos que despedirnos de la Selva Negra para poner
rumbo al noreste del país, concretamente a unos 800 km de distancia. Hemos
pasado de una pequeña ciudad de unos 200.000 habitantes a una metrópolis de
unos 3,8 millones. Pese a ello, elegimos vivir a las afueras para no dejarnos
engullir por el ajetreo urbano.
Nuestra nueva vivienda se encuentra en Grünau, un pequeño barrio perteneciente al distrito Treptow-Köpenick, al sudeste de Berlín. La zona se caracteriza por la abundancia de vegetación y agua, ya que el barrio colinda con el río Dahme. Hay muchos edificios nuevos y el concepto de construcción se basa en la integración armónica de las viviendas en el entorno, con el agua y las plantas como leitmotiv. De hecho, cerca de donde vivimos hay un bonito estanque con peces koi. De vez en cuando, puede verse una garza camuflada entre los juncos que los observa de cerca, probablemente consciente de que los koi están ya demasiado lozanos como para poder engullirlos, pero fantaseando aun así con llevárselos al pico. En medio del complejo hay una amplia alberca en la que se almacena agua de riego, pero que también sirve de hogar a una bandada de patos que pasan las noches allí.
Una
de las ventajas de la nueva vivienda es la luminosidad de las estancias. Además,
la cocina es mucho más grande que la anterior, así que da gusto ponerse a
trastear entre cacerolas. Todavía faltan algunos detalles, pero ya nos sentimos
muy a gusto en el nuevo hogar, e incluso hemos logrado resolver la mayoría de
los asuntos burocráticos pendientes. Aparte de superar la odisea de
empadronarnos en esta ciudad, hemos aprovechado estos días de agosto para
callejear. A principios de mes, fui con mi madre a tomar brunch en una cafetería un tanto especial: 21 gramm. Este local está
dentro de la antigua capilla de un cementerio, de la cual todavía se conservan muchos
elementos arquitectónicos y decorativos, como las columnas corintias o los murales.
Otro
de los descubrimientos de este mes ha sido Bartleby & Co., una acogedora
liberaría de Kreuzberg en la que ofrecen una amplia variedad de libros en
español. De allí salí con un ejemplar de Japón
perdido, del autor Alex Kerr, con idea de prepararme para el viaje que
realizaremos a finales de marzo del año que viene. Sin embargo, mucho antes nos
aguarda otro largo viaje que ya está a la vuelta de la esquina: a principios de
septiembre nos marchamos tres semanas a Perú. Será mi primera vez en
Latinoamérica, así que tengo mucha curiosidad e interés por ver las sorpresas
que me deparará el país de los incas.
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