La espera ya ha llegado a su fin: ayer llegué
a Friburgo, para pasar aquí casi todo el
verano. Mi vuelo salió a las 9:00 de la mañana de Alicante, lo que quiere decir
que dejé mi casa cuando las calles ni siquiera estaban puestas, para llegar a
tiempo a facturar la maleta.
En Friburgo me recibió un clima veraniego que
nada tiene que ver con el calor sofocante de Valencia. Fui a casa de mi novio a
esperar que la familia llegase, porque se habían ido a un bautizo en Fráncfort
y no estarían en Friburgo hasta las siete de la tarde. Cuando llegamos a la casa lo único que
pudimos hacer fue cenar e irnos a la cama. Eso sí, a los niños les dio tiempo a
enseñarme varias fotografías de sus viajes por Australia, mostrarme con orgullo
algunos éxitos hortícolas del jardín y regalarme una manualidad. Estas son
algunas fotos de las vistas desde mi cuarto y el regalo que me han hecho:
Hoy ha sido un día de adaptación. La madre me
ha acompañado hasta la guardería, donde tendré que dejar a los dos pequeños
cada mañana y recogerlos al mediodía. Luego hemos ido a recoger mi bicicleta,
la cual lleva desde mayo al lado de la estación de tren, porque a cierta
personita se le olvidó llevarla a un lugar seguro… Así que la pobre ha debido
de sufrir a la intemperie todas las calamidades del tiempo, como un granizo
apocalíptico que cayó no hace mucho. Por suerte ya tiene sus años, así que no
ha sido un objetivo goloso para los manguis de bicicletas de esta ciudad. Hablando
de bicis: odisea para llevar al más pequeño con el dichoso remolque. Los
alemanes están más que acostumbrados a ir en bici, por lo que no les importa en
absoluto llevar detrás una especie de remolque atómico que casi es más grande
que la propia bici y donde el niño va sentado. No solo tienes que tener piernas
de hierro, sino que también hace falta una habilidad envidiable para que, al
girar, el niño no se te quede enganchado en algún poste del camino. Lo que para
ellos es un trayecto rutinario, para mí será deporte de riesgo extremo.
Mis últimos días en Valencia fueron un no
parar. La defensa del Trabajo de Fin de Grado, la fiesta de graduación,
ultimando preparativos y dejando todo bien atado para mi partida. Aun así, hubo
tiempo para ir a más de un restaurante y para disfrutar de atardeceres
preciosos por el centro de la ciudad.
Entre otras cosas, me dediqué a solucionar todo
lo que pudiese de mi estancia como auxiliar de conversación. Tras mandar varios
correos a la Universidad de Leipzig, me llegó una buena noticia: ¡me dejan
matricularme! Eso quiere decir que tendré el Semesterticket, que podré asistir
a algún que otro curso de idiomas y que, además, si el horario de auxiliar me
lo permite, podré matricularme en asignaturas de la carrera de Translation.
De momento no hay mucho más que contar, ya
veremos qué tal va la primera semana.
¡Saludos desde la Selva Negra!
Poder disfrutar de tantas horas libres a veces
se convierte en un mal. Sobre todo cuando estás a la espera de la resolución de
una beca de la que dependerá tu lugar de residencia el próximo año. Tras
finalizar mi último examen el pasado miércoles y entregar el trabajo de fin de
grado, sentí la agradable sensación de dejar atrás todo el estrés de los
últimos meses. O, al menos, eso creía yo. El estrés de la universidad se transformó
en un estado de impaciencia al ver que la resolución de la beca de auxiliares
de conversación no salía, tal y como era de esperar. La burocracia española nunca
se ha caracterizado por su rapidez y eficacia, para qué nos vamos a engañar. De
hecho, la lista que supuestamente iba a publicarse durante la primera quincena
de junio todavía sigue sin aparecer. Pero la buena noticia es que el gobierno de Alemania se
pone antes en contacto con los futuros auxiliares, así que hará cosa de dos
días me llegó un gran sobre con el sello del Ministerio de Turingia.
Admito que me sorprendí bastante. Resulta que yo
no había escogido esta región. A la hora de solicitar esta beca, te dan cuatro
grupos distintos, dentro de los cuales tienes que elegir un Bundesland y
establecer un orden de preferencia:
Grupo A: Bremen, Hamburgo,
Mecklenburgo-Antepomerania, Baja Sajonia, Schleswig-Holstein.
Grupo B: Berlín, Brandenburgo, Sajonia,
Sajonia-Anhalt, Turingia.
Grupo C: Hesse, Renania del Norte-Westfalia,
Sarre.
Grupo D: Baden-Wurtemberg, Baviera,
Renania-Palatinado.
Como podéis ver, en los grupos se agrupan
regiones cercanas. Yo había elegido Sajonia como primera región (con la vaga
esperanza de que me tocase algún lugar cerca de Leipzig), Hamburgo como
segunda, Baden-Wurtemberg como tercera y Hesse como cuarta. Sabía que era muy
improbable que me tocase Sajonia, sobre todo porque la mayoría de plazas están
en Renania del Norte y Baja Sajonia, mientras que en el resto apenas hay dos o
tres por Bundesland.
He de admitir que el grupo que más me atraía
era el B, por aquello de que el este es la zona de Alemania que me queda por
descubrir. Berlín era un claro destino imposible, así que me decanté por
Sajonia, aunque tenía miedo de que me tocase alguna ciudad de la antigua
República Federal Alemana dejada de la mano de Dios. La suerte ha querido que
al final me hayan dado Altenburg, una ciudad de Turingia muy cercana a la
frontera con Sajonia, a unos 39 km de Leipzig. Al leer el nombre me quedé
igual, pero más tarde fue Google Maps quien me dio la alegría de la tarde. Las
conexiones de transporte son muy buenas, por lo que en unos 40 minutos se está
en el centro de Leipzig. Además, como solo tengo que trabajar unas 12 horas a
la semana, lo más probable es que viva en Leipzig y que únicamente me desplace
los días que tenga que ir al colegio. Lo curioso de todo esto es que a la gente a la que le ha tocado Sajonia no les han destinado a Leipzig, así que lo más probable es que mi destino sea el más cercano a esta ciudad (casualidades de la vida, oye).
Hace poco le mandé un correo a la Universidad de Leipzig,
porque resulta que al ser auxiliar te permiten matricularte en algunas
universidades como estudiante extranjero. Mucha gente aprovecha para así poder
tener el Semesterticket y no verse obligados a dejarse la ayuda económica en el transporte. Por lo que he
visto, de no ser así me tocaría desembolsar unos 220 euros mensuales, ya que tendría que cruzar un total de 6 zonas. Creo que por unos euros más bautizan una parada del
S-Bahn con tu nombre.
La ciudad donde trabajaré, Altenburgo, se encuentra prácticamente
en la frontera entre el estado de Turingia y Sajonia. Fue un ducado, por lo que
hay muchas construcciones importantes, a pesar de no ser demasiado grande, como
un imponente palacio residencial. Por lo que he visto en algunas fotos de
Internet, parece una ciudad tranquila con un encantador casco antiguo. Podéis
juzgar por vosotros mismos en estas fotografías del sitio web de turismo de
Turingia:
Aunque es cierto que parece ser una ciudad
digna de ser visitada, no podía dejar escapar la oportunidad de vivir en Leipzig,
un lugar que logró despertar mi interés a raíz del máster de Traducción que
oferta su prestigiosa universidad, del cual hablé en mi entrada anterior.
El único problema es que en la carta que me han
mandado aparece que las jornadas introductorias empiezan el día 14 de
septiembre, cerca de Colonia. Esto quiere decir que tendré que abandonar Friburgo
antes de lo planeado. Por una parte me sabía mal comunicárselo a la familia, ya
que les había dicho que podría estar hasta finales de septiembre (los años
anteriores las jornadas introductorias habían tenido lugar por esas fechas), pero
sé que no me queda otra alternativa, porque son de asistencia obligatoria.
Apenas faltan diez días para que me marche a
Friburgo y le tengo pavor a hacer la maleta. Muy pocos kilos para tanto tiempo.
Habrá que echar mano de la imaginación y dejar en tierra los “porsiacasos”, que
siempre tienden a ocupar demasiado espacio.
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