«Pero ya la carretera era tan larga, y la visión geográfica de mi
vida, con montes y valles, con ríos y nubes, con cielos y caminos, era, al fin
y al cabo, la única visión que podía tener de ella y de mí mismo, pues a medida
que el tiempo se nos pierde y huye, se va trocando en geografía, y no es verdad
que no deje nada, el paso del tiempo, sino que nos deja unos paisajes, unos
lugares, unos colores y luces que antes no teníamos, porque los leíamos de otra
forma o ni siquiera los leíamos. El tiempo, sí, se transmuta en geografía, y lo
que perdemos en tiempo lo ganamos en espacio, y las horas perdidas de la
infancia están ahí, en las copas de los árboles, y quizás son esos hilos de
plata, de luz, que brillan de rama a rama, de hoja a hoja, porque en esos
árboles, en esa arboleda cuaja algo que entonces no había, y ahora somos más
dueños de todo, ya que todo nos habla, nos enriquece y nos habita».
Las
ninfas, Francisco Umbral.
Mayo es el mes en el que se cristaliza el
despertar del jardín. Las peonías se abren como un vistoso acordeón de papel;
un espectáculo de color fucsia que solo sirve para alegrar el ojo humano, ya
que ningún insecto puede usarlas de alimento por su gran cantidad de pétalos. La
salvia, el rododendro y el tomillo se engalanan con sus inflorescencias y
atraen a numerosas abejas y mariposas. Cuando la luz baña el césped, se pueden
ver decenas de insectos y dientes de león suspendidos en el aire, dejándose
llevar por las débiles ráfagas de viento.
El fin de semana pasado estuvimos en Osnabrück
por una comida familiar. Siempre que voy a zonas de Alemania más al norte, me
quedo prendada de los edificios de ladrillo rojo y los enormes robles de sus
campos. A diferencia de la Selva Negra, la región de Baja Sajonia se
caracteriza por paisajes llanos y amplios campos de colza, que por esta época
del año son mantos de un amarillo intenso.
De vuelta en Friburgo, el pasado miércoles nos enteramos de que en nuestro barrio han inaugurado una pequeña tienda de productos regionales. En nuestra primera visita, compramos zumo de manzana sin filtrar, queso con flores silvestres y leche cruda, ordeñada de las vacas que pastan en los prados de la ruta por la que corro los fines de semana. Creo que una de las cosas que más aprecio de Friburgo, y de Alemania en general, es la posibilidad de apoyar a pequeñas tiendas locales que ofrecen alimentos cosechados u obtenidos por los mismos propietarios. En Zarten, un pueblecito a tan solo unos kilómetros de aquí, hay un pequeño armario de madera al aire libre donde se puede dejar dinero a cambio de huevos. El corral de las gallinas está a tan solo unos metros de distancia.
Vivir en plena naturaleza me ha ayudado a ser
consciente del reflejo del paso del tiempo a mi alrededor. La despedida del
invierno viene marcada por la cosecha de ajo silvestre para elaborar pesto, y la
primavera está marcada por la recogida de las flores de saúco para preparar sirope.
Todo transcurre a un ritmo más pausado y es sencillo ser consciente del momento.
El tiempo, como dice Umbral, se transmuta en geografía, y el cuándo se confunde
con el dónde de una forma asombrosa, como si ambas preguntas solo tuviesen una
única respuesta.
Publicar un comentario