Una nunca consigue librarse de esta manía absurda
de recurrir al tiempo para salir del paso. El tema por excelencia de las “conversaciones
paja” de ascensor es el comodín ideal con el que dar comienzo a una entrada de
blog. Pero esto de que el otoño se resista en venir, como que frustra, y no
poco. Sobre todo si, como yo, eres una de esas personas que se pasarían tardes
de lluvia con un buen libro y una taza de café tan ricamente. Y sí, para que lo
vamos a negar, también soy una de esas personas que derraman el café en un
abrir y cerrar de ojos. Por si no lo he dicho ya, mi maña brilla por su
ausencia. No soy muy geschickt, como
se encarga mi novio de recordarme cada vez que tropiezo con cualquier objeto.
El caso es que vamos a entrar en noviembre y en Valencia
todavía hace un sol de los que son capaces de freír huevos sobre los capós de
los coches. Lo que podría parecer como una ventaja, resulta que para alguien
cuya estación preferida es el otoño se convierte en un tormento. Ayer hablé con
mi novio por Skype y él, con manga larga, se encargaba de recordarme lo bonito
que está ahora el follaje de los árboles en Friburgo. Mi único consuelo es que
en dos meses estaré de nuevo por allí. ¡Al fin! Hace poco que compré los billetes
de avión para pasar allí la Nochevieja, por lo que estaré en mi querida Selva
Negra del 27 de diciembre al 5 de enero.
A principios de este mes fue él quien vino a
visitarme a España y, como el clima estaba así de veraniego, pudimos incluso
bañarnos en la playa. Para alguien cuya ciudad de origen es Berlín, los rayos
de sol son motivo de fiesta, pero si llevas toda tu vida a orillas del
Mediterráneo, como que no tienen mucho de especial. Aunque que conste que la fotografía donde parezco malhumorada fue fruto de la casualidad, porque fue un día estupendo. De hecho, no puedo quejarme
en absoluto, porque fueron como unas pequeñas vacaciones cuando las clases ya
habían empezado y me sirvió para desconectar.
Lo bueno de este cuatrimestre es que dispongo de
bastante tiempo libre, aunque esto se debe sobre todo a que todavía no he empezado
con las prácticas. Estoy aprovechando para centrarme en la investigación del
trabajo de fin de grado, a pesar de que aún quede mucho tiempo por delante.
De momento estoy en la fase de “voy a abarcarlo todo, voy a comerme el mundo.
¡Oh, otro artículo relacionado! Esto también puede servir. Y esto. Y esto otro”.
Ya veremos lo que me dura hasta que llegue a la fase de “esto no me da ni para
el abstract. ¿Por qué narices copié
esto? ¿Y esto otro? ¿De dónde leches ha salido? Pues oye, no sé hasta qué punto
la vida del mono capuchino en cautividad puede ser relevante para el proyecto… ”.
Por lo demás, no hay mucho que destacar. Me
despido con una fotografía tomada desde mi habitación mientras amanecía y que
plasma a la perfección el eterno verano que reina en mi ciudad. Sí, admito que
los cielos despejados como este también tienen su encanto, pero echo de menos
el frío. Y la lluvia, los abrigos, las narices rojas… En fin, el otoño. Herbst, du fehlst mir.
En vistas de que, a pesar de que mi Erasmus llegó
a su fin a finales de agosto, todavía no había hecho una valoración de mi
estancia, me he decidido por poner en la balanza algunos de los aspectos
positivos tras la experiencia. Quizás esto pueda servir de ayuda a algunas
personas que quieran marcharse con la archiconocida beca europea y aún no las
tengan todas consigo a la hora de escoger destino.
Así que, sin más dilación, aquí os comento algunas
de las tantas razones por las cuales Alemania es una buena elección para
realizar un intercambio:
1. El idioma.
Cogeos a la silla, porque lo que os voy a contar os va a dejar sin habla y
quizás tengáis que leerlo varias veces para creerlo: en Alemania se habla
alemán. Sí, lo sé, os acabo de descubrir el nuevo mundo. Esta perogrullada es
de por sí una de las mejores razones para ir al país teutón. Y es que el alemán
es el idioma con mayor número de hablantes nativos dentro de la Unión Europea. No
hay que dejar de lado su importancia actual dentro de fronteras europeas y más
allá de estas, ya que la riqueza alemana no se limita únicamente a nivel
económico, sino que abarca otra serie de aspectos como puede ser el patrimonio
cultural.
Otra aclaración que me gustaría hacer es que no os dejéis influenciar por
los comentarios del tipo “no te vayas a X ciudad, que allí hablan con X acento”.
Este consejo es, en mi opinión, absurdo. Entre otras cosas porque en todas las
universidades alemanas se habla Hochdeutsch, pues es propio de registros
formales. A no ser que estés en un seminario del departamento de Germanistik
sobre acentos regionales, es poco probable que el profesor empiece a hablarte
en bávaro o berlinés. Además, a esto se le suma que la mayoría de estudiantes
alemanes que conoceréis probablemente no serán originarios de esa ciudad, ya
que casi todos se mudan de su ciudad natal al comenzar la universidad. Como
curiosidad os diré que durante mi estancia en Friburgo solo conocí a un chico
originario de allí, el cual acababa de comenzar el máster, porque la carrera la
había hecho en Colonia.
Así, el único contacto con el acento será que, al caminar por la calle, os
daréis cuenta de que determinados grupos (en su mayoría ancianitos adorables de
la zona) hablan “de forma rara”. Pero esto ocurre en casi todas partes, porque
no hay casi ningún rincón de Alemania donde no se hable dialecto, sobre todo en
las zonas rurales. Sin embargo, dado que la mayoría de universidades se
encuentran en ciudades más grandes, este problema se ve relevado a un segundo
plano.
2. El nivel de vida. A
diferencia de otros países europeos como pueden ser los escandinavos, los
bienes en Alemania no son más caros que en España. Ojo, sí que es cierto que la
mayoría de los alquileres son más elevados en comparación con nuestro país,
pero la diferencia tampoco es abismal. Es más, en muchas ciudades
pertenecientes a la antigua República Democrática Alemana —como por ejemplo
Leipzig— los alquileres son de lo más asequibles. De hecho, una de las cosas
que me sorprendieron para bien fue el hecho de que hubiera varios artículos más
baratos allí que aquí. Clara muestra de ello son los cosméticos/productos de
aseo personal. Entrar en DM (tienda de cosmética) con idea de comprar un simple
gel de ducha y salir con el siguiente arsenal: champú, acondicionador, lima de
uñas, tiritas para las ampollas, vitaminas para reforzar la piel, discos
desmaquillantes… Y, para colmo de males, también tienen sección de alimentos
biológicos, por lo que siempre suele caer algo para picar. En este sentido,
Alemania no podría tener mejor papeletas: mucha variedad, barato y de calidad.
3. La enseñanza universitaria es gratuita. Independientemente de la Bundesland en la que os encontréis, estudiar en
la universidad es gratis. Justo este otoño se eliminaron las tasas de matrícula
(Studiengebühren) en Baja Sajonia, el
último estado federal que aún estaba pendiente de llevar a cabo esta reforma. A
pesar de que esto tiene sus detractores y sus defensores, lo bien cierto es que
la ausencia de tasas es el anzuelo perfecto para atraer a estudiantes de todo
el mundo. En el caso del Erasmus resulta indiferente, pues se pagan las tasas
de la universidad de origen, pero puede ser interesante de cara a un posgrado o
estudios posteriores similares. A pesar de esto, sí que es cierto que se paga
una cuota por algunos servicios de administración, con el objetivo de favorecer
el mantenimiento de las instalaciones, la cafetería y otras instituciones. Pero
no os preocupéis, porque esta suele rondar los 100 euros y se paga por
cuatrimestre.
Es cierto que me dejo muchas otras y que esto es
solo un breve esbozo de algunas de las ventajas, pero espero que a más de uno
le haya ayudado a decantarse. Por lo que a mí respecta, como os comenté estoy
cursando el último año de la carrera en Valencia, así que ando bastante liada
con el trabajo de fin de grado y demás asuntos. Aun así, mi idea es volver a
tierras alemanas una vez acabe con todo en junio e independizarme ya definitivamente
allí para proseguir con mis estudios de posgrado. Barajo distintas
posibilidades de becas y aún no está del todo claro, pero la verdad es que
ilusión y ganas no me faltan. ¡Os mantendré informados!
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