miércoles, 2 de diciembre de 2015

Hallo Dezember

Pocas festividades viven los alemanes con tanto entusiasmo como la Navidad. Ni el frío, ni las escasas horas de luz parecen hacer mella en su ánimo. Largos paseos por el Weihnachtsmarkt con una buena taza de Glühwein para que los dedos no se entumezcan, hornos a máxima potencia que impregnan todo el hogar del aroma del cardamomo y de la canela, niños cantando villancicos a pleno pulmón en medio de calles abarrotadas de gente, norias que no dejan de girar y que colman de luz y de color plazas enteras. 



El domingo fui a Quedlinburgo, una pequeña ciudad medieval de Sajonia-Anhalt que ha sido declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Lo peculiar de su mercado de Navidad es que los puestos están repartidos en distintos patios interiores. Se trataba de un viaje organizado por WILMA, la asociación de la Universidad de Leipzig que se encarga de las actividades para estudiantes de intercambio (de ahí que en más de una foto salga el dichoso cartelito amarillo). Desde mi punto de vista, la planificación dejó mucho que desear. Hubo demasiado tiempo libre para visitar una ciudad que se puede ver en muchas menos horas. Además, al coger dos tranvías y un tren regional, el viaje se me hizo eterno; a lo que tampoco contribuyó que en el trayecto de vuelta con el regional nos tocase ir de pie durante una hora entera.









Diciembre promete ser un gran mes: retomar el francés, cambio de look tras mucho tiempo, celebrar mi cumpleaños en Leipzig, escapada a Berlín, reencuentros en Valencia, Nochevieja en Barcelona… ¡Con suerte no decepcionará!

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