Tras seis meses de auxiliar de conversación, me
da reparo admitir que no he descubierto casi nada de la Bundesland en la que
trabajo. Si bien es cierto que los meses de frío no invitaban a explorar nuevos
lugares y que tampoco se trata de una región muy grande, me habría gustado ver
mucho más de lo que he visto hasta ahora. Una excursión al teatro de Gera y una
breve jornada en la capital (Erfurt) me sabían a poco, de ahí que cuando una
amiga viniese a visitarme nos decantásemos por viajar a una de las ciudades más
conocidas de la región de Turingia: Weimar.
La feria del libro es uno de los eventos más
aclamados de Leipzig. De ahí que no sea de extrañar que durante las
últimas semanas la ciudad se haya llenado de pancartas con el lema “Leipzig liest”. El complejo abrió sus
puertas al público el 17 de marzo y mañana es el último día. Aprovechando que
los viernes no trabajo y a sabiendas de que el fin de semana no cabría ni un
alfiler, me decidí por ir ayer.
El primer lugar al que me dirigí fue a la Halle
4, donde estaba el centro de traducción. Allí asistí a una charla acerca de la
traducción literaria, en la cual distintos traductores de todo el mundo (Nueva
York, Calcuta, Río de Janeiro…) relataban acerca de sus experiencias al
traducir literatura alemana a su lengua materna. A continuación tuvo lugar una
discusión acerca de la formación de los traductores literarios. Esta resultó
ser de lo más entretenida, ya que había dos claros posicionamientos: dos alemanes
a favor de la intuición, de la pasión y del talento como elementos
imprescindibles en la profesión, frente a un holandés, quien hablaba acerca de
una serie de cualidades y criterios para poder encasillar a los traductores en
distintos niveles, como si la traducción literaria fuese de alguna manera un
oficio que cualquiera es capaz de adquirir con la apropiada formación. Tras
finalizar el debate, una asistente del público comentó que el debate no tenía
demasiado sentido, ya que ambas opiniones podían complementarse a la
perfección: el traductor literario debe poseer cualidades innatas, pero estas
han de desarrollarse gracias a una formación adecuada.
Continué paseando por los distintos pabellones,
pero al final acabé un poco mareada. La calefacción demasiado alta. Demasiada
gente. Demasiadas editoriales y medios de comunicación. Tras pasar toda la
mañana y parte del mediodía, me hice con un libro de la sección de antigüedades
(donde los libros estaban rebajados) y decidí regresar a casa. Había visto y
oído todo lo que tenía pensado y quería irme con un buen sabor de boca, antes
de que empezasen los dolores de cabeza. Además, deambular entre tanto libro
alimentó mis ganas de disfrutar de una buena novela con total tranquilidad en
mi habitación. Y así fue precisamente como finalizó mi viernes.
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