Si llevas tres años de ciudad en ciudad, con
menos de un año de permanencia en cada una de ellas, deshaciendo y haciendo
maletas, acostumbrándote y desacostumbrándote a las rutinas escogidas, pierdes
la noción de qué es el hogar y de adónde perteneces realmente. Hay gente que
disfruta este constante desplazamiento, porque consideran que son capaces de
llenar en una simple mochila todo lo que es esencial en sus vidas. Están
convencidos de que llevan a cuestas cada uno de los rincones en los que han
estado. Parece que hoy en día no hay mayor expresión de libertad que afirmar no
querer quedarse anclado a ningún punto geográfico. Pero ¿y si en este constante
ir y venir, uno se pierde a sí mismo? Creo que eso es lo que me ha pasado sin
apenas darme cuenta.
Con cada mudanza, dejaba atrás una parte de mí
de la que ni siquiera era consciente. Al llegar al nuevo lugar, me centraba en
las tareas que tenía que concluir y abandonaba hábitos pasados, costumbres mediante
las cuales creía ser capaz de definirme. Durante este último año en Leipzig, no
he sido capaz de encontrarme a mí misma. Nueve meses repletos de tiempo libre
que han terminado esfumándose casi sin dejar rastro. Dejé apartada la
escritura, olvidé casi por completo lo que era pasar noches en las que los
pensamientos centelleaban sin descanso, les di un absurdo valor a incontables
banalidades, llegué a creer que la huida hacia el sur era un reencuentro
conmigo misma. En definitiva, dejé de ser yo y nunca me sentí del todo a gusto
en la ciudad del este.
Quizás fuera esta desafortunada experiencia la
que me ha empujado a tomar la decisión de mudarme de nuevo. Aun habiendo
aprobado la prueba de acceso de la Universidad de Leipzig, me he decantado por proseguir con mis estudios en Heidelberg. Si alguien me preguntaba el porqué, alegaba
que las asignaturas se aproximan más a mis expectativas, que siempre he sentido
debilidad por el encanto del sur y las ciudades universitarias de reducido
tamaño, que el frío del norte me resultaba insoportable, que las seis horas de
viaje hasta Friburgo se me hacían eternas… Y todo esto sería, sin duda, cierto.
Aun así, lo que me ha llevado a cambiar de nuevo de lugar de residencia ha sido
esta desorientación que he sentido durante el tiempo que pasé en Leipzig. Tenía
el presentimiento de que, si le daba una segunda oportunidad a la ciudad, no
serviría de nada y todo iría a peor.
Justo en el momento en el que tomé la decisión
definitiva de que quería ir a Heidelberg, me sentí mucho mejor. Este buen
augurio fue la confirmación de que haber hecho lo contrario habría sido
probablemente un error. Arrastrar conmigo este desánimo habría ennegrecido
desde el principio los dos próximos años. Aun así, continuaba clavada la espina
de la incertidumbre respecto al alojamiento. En Heidelberg los alquileres son
mucho más caros y es difícil encontrar piso por el elevado número de estudiantes.
Pero la suerte me ha sonreído en este sentido y he logrado obtener una plaza en
una residencia de estudiantes. Viviré con un/a compañero/a de piso en un edificio
de construcción reciente, situado en un gran campus, próximo a la facultad de
Medicina.
Por el momento continúo en Friburgo haciendo
las prácticas, las cuales no me dejan demasiado tiempo, pero ayudan a que aproveche
al máximo los días libres de los que dispongo. A principios de agosto regresaré
por última vez a Leipzig a recoger mis cosas y las dejaré en el piso de
Heidelberg, pero no me mudaré definitivamente hasta septiembre.
Las últimas semanas en Leipzig di largos paseos
por mis lugares preferidos, aun sin saber que sería seguramente la última vez
que los pisaría en mucho tiempo. Ahora intento conservar exclusivamente los
buenos recuerdos de esta ciudad y la lección de que las novedades del entorno
no deben influir en lo que siempre ha estado ahí.
Es buen consejo el no olvidar. Por simple casualidad, previo a tu entrada leía la historia reciente de un espacio deportivo en mi país, la cual tiene entre sus muchos espacios significativos, uno muy especial, el cual versa así " un pueblo sin memoria, es un pueblo sin futuro". Por supuesto, creo, a diferencia de tu análisis, refiere a hechos que espero no se repitan, pero al pensar en la importancia de no olvidar lo que nos ha formado y aquello que elegimos seguir, para mi se relacionan. Sé, como cada espacio, cada ambiente puede llegar a retocar o formar grandes fragmentos de lo que somos, pero también sé de la capacidad que poseemos para no olvidar lo importante, ya que es ello lo que nos hace infelices cuando desaparece o brinda el toque especial a un día cualquiera.
ResponderEliminarCreo me fui por las ramas. Me agrada la manera que has plasmado lo que has vivido y la conclusión a la que llegaste.
Me queda desearte la mejor de las suertes en el nuevo paso que has decidido dar.
Espero poder leerte un poco mas seguido.
Un beso.
Todos pasamos por épocas en las que necesitamos parar a pensar y reorientar nuestras vidas, pero me alegro de que después de varias semanas hayas decidido ir a Heidelberg. No he estado nunca, pero por lo que recuerdo haber leído en alguna de tus entradas parece una ciudad muy acogedora. ¡Ojalá te llegues a sentir como en casa! Lo que sí es seguro es que todos nos alegramos mucho de que hayas retomado tu actividad en el blog :)
ResponderEliminarEn menos de un mes haré una escapada a Basilea y aprovecharé para pasar un día en Friburgo. Aunque he recopilado bastante información gracias a tus entradas antiguas, ¿podrías recomendarme algo que consideres imprescindible? Solamente pasaré unas horas allí, pero me gustaría aprovechar al máximo mi día en ese trocito de la Selva Negra. :D
¡Besos!
Chelo
Hola, Chelo:
EliminarEspero haber llegado a tiempo y que aún no hayas estado por Friburgo, aunque me resulta difícil recomendar un único sitio de toda la ciudad, ya que está repleta de rincones que merecen la pena. El que sin duda no puedes perderte es el mirador Kanonenplatz, desde donde hay unas vistas increíbles.
Ya me contarás qué te ha parecido la Selva Negra. ¡Que tengas un buen viaje!
Un abrazo