Berlín, Múnich, Hamburgo, Colonia, Fráncfort.
Estos topónimos seguramente no resulten desconocidos para alguien que no esté
demasiado familiarizado con la geografía alemana. Pero si rascamos un poco más,
nos sorprenderá que mucha gente conoce también una pequeña ciudad con poco más
de 150.000 habitantes. Ya sea por su emblemático castillo, por su prestigiosa
universidad (la más antigua de toda Alemania) o por la “privilegiada” posición
de la que disfrutó durante la Segunda Guerra Mundial, gracias a la cual salió
ilesa de los bombardeos; Heidelberg ha logrado hacerse un hueco incluso en el
escaso mapa mental de aquellos que apenas conocen Alemania.
Pero ¿qué es lo que tiene esta ciudad para
hacer gala de semejante fama? Para el gremio de estudiantes de Traducción, la
respuesta es bien clara: su facultad de Traducción e Interpretación, destino
Erasmus codiciado por todos aquellos que desean perfeccionar sus conocimientos
de alemán en un escenario de cuento. Porque es innegable que uno de los tesoros
que alberga esta ciudad es su magnífico casco antiguo, el cual se caracteriza
por sus imponentes edificios académicos,
los tortuosos callejones con viviendas que alternan postigos en diversos
colores, el Puente Viejo de piedra que atraviesa el Neckar de punta a punta,
las innumerables villas de fachadas exuberantes y jardines que parecen sacados
de revistas de decoración…
Aunque como muchas otras son las ciudades
alemanas con joyas arquitectónicas similares, sería injusto dejar de mencionar
otra de las peculiaridades que tanto asombran al turista: el idílico
emplazamiento de Heidelberg. Curiosamente, el centro de la ciudad se encuentra
algo desplazado de la estación de tren principal, a diferencia de muchas otras
ciudades. El castillo se encuentra en la ladera del monte Königstuhl, por lo
que a uno le embarga la sensación de encontrarse en un recogido valle colindado
por bosques frondosos, donde es posible disfrutar de unas magníficas vistas tanto
desde las murallas del castillo como en la montaña de enfrente, siguiendo el camino
de los filósofos (Philosophenweg). Podría decirse que el pulmón de la ciudad lo
compone la extensa pradera a orillas del río Neckar, donde es posible disfrutar
de un sol que no siempre se atreve a hacer acto de presencia.
He de admitir que aún desconozco la mayoría de
barrios de la ciudad y que todavía no he tenido ocasión de explorarla más a
fondo, pero espero que esto cambie con la llegada de las Semesterferien. De
momento ando bastante liada con la universidad y los encargos de traducción.
Hace dos semanas, por ejemplo, apenas pude despegarme del ordenador por tener
que traducir 22.000 palabras en cuatro días. Nada recomendable para la salud
mental. Aun así, como casi siempre me desplazo en bicicleta, tengo la
oportunidad de dejar aparcadas las preocupaciones durante los treinta minutos
de trayecto hasta la facultad, dejándome contagiar un poco por el espíritu
navideño que lleva instalado desde hace algunos días.
Sólo con leer tu entrada y ver esas fachadas tan bonitas, y esas fabulosas fotos que has elegido para empezar y terminar, dan ganas de pasar unos días por allí. Creo que ya te comenté que mi padre tuvo la oportunidad de pasar unos días de visita con un matrimonio amigo de mi familia que reside en Saint-Moritz (él es de München, pero viven allí por trabajo) y me habló maravillas de ella. Espero que vaya muy bien con la traducción y puedas sacar momentos en las vacaciones para disfrutar de los paisajes y sus calles. Te envío ánimo, porque yo también estoy traduciendo estos días y entiendo la sensación, aunque me imagino que la tuya será aún más "presión" por la universidad, porque lo mío al ser un tanto freelance, puedo permitirme algún descanso que otro. Ah y qué bien suena eso de Philosophenweg!
ResponderEliminarAl parecer es un gran marco en el cual vivir experiencias.
ResponderEliminarEspero a pesar de la ajetreada labor, puedas permitirte disfrutar de todo lo que sus calles pueda entregarte.
Que sean agradables días.
L.