lunes, 6 de diciembre de 2021

Pequeños placeres del Adviento

 


Adentrarnos de noche en el bosque para buscar algunas ramas de abeto y piñas, improvisar una corona de Adviento con un candelabro de tan solo tres velas (anormalidad justificada, dado que el último domingo nunca estamos en Friburgo), hornear dulces navideños y esperar hasta que toda la casa se perfume con el intenso olor de la canela y el cardamomo, empaquetar los regalos con papel rojo y cinta dorada, acompañar una buena lectura con una infusión casera de piel de manzana...


A partir de noviembre, la luz se vuelve todavía más escasa. A las cuatro de la tarde ya es de noche, y resulta difícil no entrar en una especie de letargo. De no ser por las velas y las guirnaldas de luces, el otoño tardío y el invierno serían estaciones oscuras en Alemania. Es difícil acostumbrarse al frío, pero más difícil es tener la sensación de que el manto gris que cubre el cielo no va a disiparse durante días. A finales de noviembre cayó la primera nevada, relativamente pronto en comparación con los años anteriores. Debido a las restricciones de la pandemia, se ha cancelado por segundo año consecutivo el mercadillo de Navidad de Ebnet. Debería haber tenido lugar el primer domingo de Adviento en el patio interior del castillo de Ebnet. La falta de alicientes externos y las bajas temperaturas nos obligan a quedarnos en casa o visitar otros amigos. Todo sucede entre las paredes del hogar.






Últimamente me cuesta concentrarme en las lecturas; mis pensamientos están más dispersos que de costumbre. Recientemente finalicé La liebre con ojos ámbar, de Edmund de Waal, en la que se relata la fascinante historia de la familia judía Ephrussi a partir de unos curiosos objetos pequeños: una extensa colección de netsukes (diminutas esculturas japonesas que se empleaban para fijar pequeñas bolsas que actuaban de bolsillos en la indumentaria masculina, dado que los kimonos carecían de estos). Por lo demás, espero comprar nuevos ejemplares cuando llegue a Valencia, adonde volaré el 21 de diciembre.


Otra de las novedades de las últimas semanas es la pequeña Maya, una gatita gris que adoptamos a principios de noviembre. Como todavía es muy joven, le encanta dar saltos por toda la casa, descubrir cada rincón del jardín y jugar con todo tipo de objetos que va encontrando. No obstante, también tiene su lado cariñoso: le encanta sentarse en el regazo y ronronea durante minutos en cuanto recibe algunas caricias.





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