Ayer hizo exactamente una semana desde que llegué a tierras alemanas. El
tiempo pasa volando y sé que para cuando quiera darme cuenta ya habrán pasado
los tres meses de mi estancia como au pair.
Hoy me he ido con mi familia de excursión a Speyer, una ciudad a orillas
del Rin que está a apenas 20 minutos de donde vivimos. La ciudad es famosa por
albergar una catedral románica imponente, pues al parecer es el edificio
románico más grande en el mundo. Hemos podido subir a la torre de esta, desde
donde había unas vistas preciosas de toda la ciudad. Después hemos comido en un
restaurante italiano mientras disfrutábamos del famoso río, pues estaba situado
justo al lado de este.
La segunda parte del título viene a colación de un paseo que hice el otro
día con la niña mayor. Estábamos paseando al perro cuando de repente nos
encontramos con un rábano gigante en un huerto. Ni corta ni perezosa, la niña
se lo echó al hombro mientras decía: “Ay, es una pena que un rábano tan bonito
no vayan a utilizarlo. Se viene a casa conmigo”. Os podéis imaginar la bonita
estampa al cruzar el barrio con un rábano que casi la superaba en tamaño. Todo
para que el “juguete” esté ahora en el jardín cogiendo barro. Imaginación no le
falta, eso sí. Creo que hasta le dibujó rostro y bautizó. Wirklich süß.
Hace nada me llegó mi EC Karte, porque el martes
me abrí la cuenta bancaria en el Deutsche Bank. Me será útil también para el
Erasmus, ya que de ahí es de donde tengo que pagar la residencia. Sí, esa
residencia de la que todavía no sé nada gracias a la rapidez del Studentenwerk
de la Universidad de Friburgo. Supuestamente me darían más información al
respecto a principios de julio, porque la solicitud ya está mandada.
Dentro de nada compraré los billetes de Mainz y
de Frankfurt, pues son las próximas ciudades que voy a visitar. En otra cosa
no, pero en el tren me voy a dejar los ahorros. Menos mal que tengo la Bahncard
25, que amortigua un poco el sablazo.
Mañana comienzo el curso
online de alemán. Se trata de un curso de la Deutsch-Uni financiado por el DAAD
(Deutschen
Akademischen Austauschdienst) que me convalidan
por 3 créditos. En ningún momento lo solicité, sino que me mandaron un correo
de mi universidad como que me habían seleccionado. Es la primera vez que voy a
hacer un curso online, así que ya contaré qué tal me va. Se supone que mañana
me envía un correo mi tutor con las primeras tareas que tengo que hacer.
Parece ser que el
tiempo ya está mejorando por aquí. La última semana ha estado lloviendo casi
todos los días de manera intermitente, pero hoy el sol se ha dignado a aguantar
todo el día. A ver si se mantiene para las próximas semanas.
Halli, hallo :)
Siendo mi cuarto día por tierras alemanas, ya iba siendo hora de que
subiera la primera entrada como au pair.
El sábado por la tarde llegué al fin al aeropuerto de Fráncfort, después de
haber hecho escala en Zúrich. La verdad es que se me pasó todo volando (bendito
wifi gratuito). El segundo avión, que pertenecía a Lufthansa, estaba
prácticamente vacío. Nunca antes había volado con tan pocos pasajeros a bordo.
Al llegar al aeropuerto de Fráncfort me recibió el padre con el niño mayor.
Tras una hora de trayecto llegamos al fin a su casa, donde se encontraban el
resto de niños esperando. Les encantaron los regalos tanto al padre como a los
niños, así que me alegro muchísimo de haber acertado, porque dudé mucho a la
hora de comprarlos. La casa es tan grande y tiene tantas habitaciones que me ha
costado algo acostumbrarme a la distribución, aunque poco a poco empiezo a
manejarme.
Por cuestiones de trabajo el padre se marchó ayer por la mañana a Suiza y
no regresará hasta el jueves. Al tratarse de una familia monoparental, es su
hermano pequeño el que viene a cuidar de los pequeños cuando él está fuera. Él
es el que me ha ayudado precisamente con el teléfono móvil alemán, la cuenta
bancaria y la tarjeta de metro. Porque
si por algo se han caracterizado estos días han sido por el ajetreo de tener
que acostumbrarme a sus horarios y de llevar a cabo trámites necesarios tanto
para mi estancia aquí como para mi Erasmus.
El tema del móvil ya está solventado. Me han regalado un Nokia del
pleistoceno con el que puedo asesinar a alguien de un solo golpe (véase foto
inferior). Pero está claro que no me puedo quejar, porque solo lo voy a usar
para llamar y mandar mensajes a móviles alemanes, así que es más que
suficiente. Además, también me han comprado la tarjeta SIM alemana con 10 euros
de saldo.
Por lo que respecta a la cuenta bancaria y la BahnCard 25, voy mañana con
unos vecinos a Neustadt an der Weinstraße.
En cuanto tenga la BahnCard ya podré comenzar a viajar a las ciudades de los
alrededores. En realidad no he podido ver mucho de la zona por culpa de la
lluvia. Únicamente he dado algún que otro paseo por el bosque que hay al lado
de casa, donde hay muchos caballos y un bonito lago.
De normal tengo en teoría las mañanas libres, pero la pequeña tiene una
ampolla gigante en el pie, por lo que no puede andar y, por lo tanto, no va a
la guardería. Eso implica que me tengo que quedar con ella hasta que llega una
señora que adecenta un poco la casa y prepara la comida. Aun siendo la más
pequeña, es la que más me trae algún que otro quebradero de cabeza con
diferencia. Siempre quiere salirse con la suya y hay que estar negociando
eternamente hasta para que desayune seis
fresas de nada. Menos mal que es relativamente fácil de entretener. Ayer
estuvimos jugando toda la mañana al Monopoly (creo que ya puedo ser un pez
gordo de los negocios en Alemania) y a un juego de memoria con cartas llamado
Plumpsack. Me ganó todas las veces al juego de cartas. Triste pero cierto.
Ahora mismo está viendo Tom y Jerry, por lo que tengo tiempo para mí.
En esta zona se habla un dialecto, como prácticamente en toda Alemania,
llamado Pfälzisch. Suerte que los niños hablan todos Hochdeutsch, así que se
les entiende relativamente bien. A pesar de eso, más de una vez me he visto en
la tesitura de utilizar la técnica de sonreír, asentir y rezar para que no me
estén preguntando nada. No es muy distinto del alemán, por lo que puedo pillar
algunas palabras cuando los adultos lo hablan. El tío insiste en enseñarme,
porque se piensa que al final del verano podré hablar un perfecto Pfälzisch
además de Hochdeutsch. Träum weiter.
Por lo demás no hay mucho más que contar. Estoy encantada con los niños y
tengo muchas ganas de empezar a hacer un poco de turismo. Ha habido momentos
adorables como cuando el niño pequeño (al cual cuesta horrores entenderle
porque siempre murmura) me ha dicho: “Ich
mag dich schon!” (“¡Ya me gustas!”). También están constantemente
preguntando cómo se dicen cosas en español. Cuando aprenden una nueva frase se pasan
el día entero repitiéndola sin parar como loritos.
Alla dann! (supuestamente es “adiós” en Pfälzisch)
Repaso una y otra vez la lista de objetos de la maleta como si la tuviese
que recitar de carrerilla. Lista que, por cierto, ha costado de criar. Me
he pasado un par de semanas terminándola. Cuando creía que la tenía
finiquitada, me despertaba en mitad de la noche con los ojos inyectados en
sangre. Oh, dios, las pinzas. ¡Las dichosas pinzas! ¿¡Cómo voy a irme sin las
pinzas!? Mierda, mierda, ya tardo en apuntarlo en la lista. Mira que si se me
llegan a olvidar… No sé cómo pensaba sobrevivir en el extranjero sin ellas.
Porque no sé si lo sabéis, pero en un país civilizado como Alemania no
puedes ir a la sección de droguería con toda tranquilidad y hacerte con unas
pinzas para depilarte las cejas. No, claro que no. En fin, achaquémoselo
al estrés pre-partida.
Pero algo que sin lugar a dudas he de dejar bien atado es la matrícula del
Erasmus. Al marcharme tan pronto, será mi madre quien se encargará de hacerlo.
Que Dios nos pille confesados. Mi madre con la burocracia tiene más peligro que
un mono con dos pistolas. Poco se puede hacer ya en realidad.
También he estado probando el Skype con la televisión para las próximas
conversaciones por pantalla que me esperan con mi familia. Conversaciones
monotemáticas en las que mi madre me bombardea con preguntas del tipo: “¿Qué
has comido? ¿Qué has cenado? ¿Estaba bueno?”, etc. Ya puede haberme atropellado
una bicibirra ambulante, que si he cenado de caliente, ella duerme
tranquila.
El sábado ya parto hacia Fráncfort (esto de castellanizar las ciudades me
parte el alma, pero todo sea por fidelidad al Panhispánico de dudas). Me toca hacer escala en Zúrich, por mucho
que vaya con la compañía posh por
excelencia: Lufthansa. Aguardo con ilusión el día que consiga un vuelo directo.
Los chutres de Ryanair no cuentan, que te dejan a miles de kilómetros de donde
prometen llevarte.
Al ajetreo de los preparativos se le suma la tristeza de las despedidas.
Tener que despedirme de mis traductores está siendo lo más duro de todo. Todos
nos vamos a distintas partes del mundo a proseguir con nuestros estudios, así
que lo más probable es que no vuelva a verles en un año entero. A veces me
cuesta creer que ya hayan pasado dos años desde que nos conocimos. Ach, el tiempo pasa demasiado deprisa.
Eso sí, miles de fotos nuestras van de cabeza a la maleta. Pienso empapelar las
paredes de mi cuarto con sus caras (¡bingo! Premio al comentario más creepy de la entrada).
Como creo que no lo he comentado en entradas anteriores, mi HF consta de cuatro
niños y el papá de estos, además de un perro gigante bautizado con el nombre
del mejor amigo de Mario Bros. Mis tareas no son nada del otro mundo. Básicamente
tengo que jugar con ellos, ayudarles con los deberes, pasear al perro y estar
en casa cuando el padre tiene que viajar por motivos de trabajo. Nicht schlecht, oder? A cambio de eso
tengo una habitación y cuarto de baño para mí sola, manutención incluida, un
dinerillo que nunca viene mal para el Erasmus y la oportunidad de sumergirme
completamente en la cultura teutona. Y si termino descifrando lo que cuatro
niños me dicen, entender a los profesores de la Universidad de Friburgo será
coser y cantar.
La próxima entrada será seguramente desde Alemania. Bis bald!
Dado que en mi anterior entrada solo lo mencioné de pasada, esta voy a
dedicársela al lugar donde vive mi HF: Haßloch, “agujero del odio” para los amigos. A pesar de tener un nombre tan “adorable”
que bien podría tratarse de carnaza de chiste malo, se trata de una población situada
en el estado de Renania del Palatinado, también conocida como la Toscana de
Alemania. Esto se debe a que hay una rica tradición del vino y el clima es
bastante agradable (todo lo agradable que puede llegar a ser en Alemania,
claro). Durante todo el año se organizan
los conocidos Weinfeste (fiestas del
vino) en distintos pueblecitos medievales. Además, los trayectos en barco para
contemplar los castillos a orillas del Mosela y del conocido Rin son uno de los
principales atractivos turísticos de esta zona.
Pero ¿a qué viene esto de que Haßloch es una
Alemania a pequeña escala? Resulta que este pueblo de alrededor de veinte mil
habitantes representa la media ideal alemana. Recoge unas determinadas
características demográficas que lo convierten en una Alemania a pequeña
escala. Esto tiene como principal consecuencia que sea aquí donde se realicen
los estudios de mercados. Antes de sacarse ningún producto, se prueba aquí para
ver la acogida que tiene en el público. Los habitantes son conejillos de indias
de todo tipo de encuestas y pruebas, mientras que en la televisión local se
emiten anuncios exclusivos. Lo que tenga éxito en Haßloch, tendrá éxito en el
resto del país.
Aunque es cierto que no tiene ni mucho menos la
cantidad de tiendas y vida que tiene una gran ciudad, está bien comunicada
gracias al tren y se encuentra cerca de las ciudades universitarias de Mannheim y Heidelberg. La casa de mi HF está al lado del bosque, una zona llena de campos con caballos y un pequeño lago. Al parecer la acaban de renovar y para cuando yo llegue ya tendrán la piscina en el jardín (yay!). Tendrá delito si acabo pasando más horas tumbada a la bartola bajo el sol en tres meses que en toda mi vida viviendo en el Mediterráneo.
Ya tengo hecha una lista con las ciudades que quiero visitar, porque en Renania del Palatinado solo estuve en algunos pueblecitos cerca del Mosela. Llevo tiempo queriendo visitar Mainz (la capital de este estado), así que a ver si durante estos tres meses tengo la oportunidad. Espero no acabar despilfarrando en transporte público, porque las tarifas del Deutsche Bahn no es que sean precisamente baratas… Y yo que me quejo del bonometro de Valencia. En principio tengo pensado comprarme la BahnCard 25, la cual dura un año entero y supone un 25% de descuento en los billetes de tren. La idea es sacarle partido también durante el Erasmus.
Y, por último, aquí van algunas fotos de Haßloch, para desmitificar el poco agraciado nombre con el que le han bautizado:
Y, por último, aquí van algunas fotos de Haßloch, para desmitificar el poco agraciado nombre con el que le han bautizado:
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