El sábado me levanté a la insufrible hora de las 4:40 de la mañana. Como os
podéis imaginar, las calles no estaban ni puestas. Pero ¿a santo de qué tanto
madrugar? Pues resulta que mi tren hacia Mainz salía a las 5:53. Si a eso le
sumamos que tenía que ir por primera vez sola a la estación y que no quería
perder bajo ningún concepto el tren, da como resultado que tuviera que
levantarme tan pronto.
Cuando me dispongo a sacar mi bici del garaje me topo con algo inesperado.
Adivinad cuál era la última de todas. Efectiviwonder: mi bici estaba tan
escondida en el fondo del oscuro garaje que llegar a ella sin problemas hacía
falta una pértiga de las de las olimpiadas. Ante la presión por el tiempo, me
puse a sacar bicicletas como una loca hasta que al final llegué a la mía. Por
si la escena no era suficientemente dramática, tuve espectadores que lo
presenciaron. Una vecina cogía en ese momento el coche, que casualmente había
aparcado ahí al lado. Sí, se ve que hay gente que se levanta a esas horas de la
mañana un fin de semana.
Al intentar arrastrar hacia atrás mi bici, me acuerdo de que es una
bicicleta antigua alemana, por lo que la marcha atrás en los pedales implica que
se pare. Oh, perfecto. La cojo entre mis brazos a la desesperada y al fin logro
sacarla. Lo bueno de todo esto es que logré llegar a la estación a tiempo y sin
mayores sobresaltos. No os penséis por eso que no pasaron más cosas con la
dichosa bici. Esta dará por saco más tarde.
Una vez llego a Mainz, me toca esperar al amigo con el que había quedado,
porque al parecer había perdido el tren. Durante la espera se me acerca un
chico y me empieza a bombardear con todo tipo de preguntas. Sí, con la mayor naturalidad del mundo. A los
cinco minutos ya me ha contado su vida entera, la de su madre y la de cuatro
primos lejanos. Pero no me quejo, porque me estuvo entreteniendo.
Siempre había querido visitar Mainz, y la verdad es que la ciudad no
defraudó en ningún sentido. Hacía un sol radiante que permitía disfrutar de la
visita todavía más si cabe. La catedral es preciosa, así como el mercadito que
ponían en la plaza, donde había todo tipo de frutas y verduras. El casco
antiguo estaba lleno de callejones con casas típicas alemanas y gran variedad
de flores. Probablemente se debía al hecho de que era sábado y hacía muy buen
tiempo, pero la ciudad estaba llena de vida. Además, gracias a su reducido
tamaño es posible ver lo más importante en poco tiempo. En resumidas cuentas:
me enamoré de la ciudad. Ha entrado a formar parte del top de mi lista de
ciudades preferidas, tras Freiburg y Göttingen. De hecho, Mainz estaba como
opción de destino Erasmus. Estoy segura de que si la hubiera escogido, no me
habría arrepentido. Aun así, mi amor por Freiburg se sobrepone.
Una de las curiosidades es que me encontré con un sitio donde vendían
Tannenzäpfle, la cerveza típica de Freiburg que no tuve ocasión de probar
cuando estuve allí. Además, el emplazamiento era de lo más idílico, porque
estaba enfrente de un edificio precioso y era una especie de terraza
semicerrada donde pedías algo en una caseta y te sentabas donde querías. La
verdad es que me encantó de sabor, porque es bastante suave. Otro punto a favor
para Freiburg.
Cogí el tren de vuelta a eso de las diez de la noche y me dispuse a buscar
mi bicicleta entre la marea de vehículos de dos ruedas. Una vez la encontré,
intenté encontrar desesperadamente el botón para encender la luz, sin ningún
resultado. Total, que me di por vencida y empecé a pedalear sin ver ni torta,
ya que eran las once de la noche. Si ya me perdía de día, de noche fue toda una aventura. Acabé tan perdida que me metí en un maizal donde no podía ver
absolutamente nada. Mi desesperación llegó hasta el punto de que me planteé
seriamente llamar a casa para que viniesen a buscarme. Finalmente, no fue
necesario. Logré encontrar la casa de pura casualidad. Casi lloré de la emoción
al ver la fachada.
El domingo fuimos a una especie de asociación aérea donde tuvimos la
oportunidad de volar en un pequeño avión. Un amigo del padre es profesor de
vuelo, así que nos dio una vuelta a gran altura, desde donde pudimos apreciar
hasta nuestra casa.
En resumidas cuentas, el fin de semana dio mucho de sí. Este sábado visito
Frankfurt con un amigo alemán que conocí en Göttingen. No tengo muchas
expectativas de la ciudad, porque me parece demasiado industrial, pero a él sí
que tengo ganas de verle después de casi un año.
Te sigo, preciosa. Me gusta leerte. Es como tenerte a mi lado. Un abrazo desde las aburridas tierras valencianas.
ResponderEliminarCarolina
Me apunto Mainz para ir a verla cuando esté en Alemania. He visto que está a una hora y media aprox. de Kaiserslautern, así que yay :D (mi ciudad queda apartada de todas, así que me estoy acostumbrando ya a las distancias para no sentirme defraudada una vez llegue haha).
ResponderEliminarYa nos dirás qué te ha parecido Frankfurt! :)
Tus excursiones me recuerdan a las mías xD, madrugones, odisea con la bici para llegar a la estación, y fotos fotos y fotos :P. Precioso Mainz, veré si me puedo acercar cuando esté de Erasmus.
ResponderEliminarY respecto a lo de ir en bici por los maizales... me pasó también, por increíble que parezca xD, qué triste jajaja.
De Frankfurt tenía la misma impresión, mucho rascacielo y poca cosa interesante, pero lo cierto es que el centro me pareció muy agradable para pasar un fin de semana. La plaza principal es muy animada, a veces hacen mercado o feria a las orillas del río y hay un montón de tiendas.
Sigue disfrutando!
Hola!!!!
ResponderEliminarVeo que te has ido de excursión....
No sé como será allí, pero viendo las fotos es una pasada... Y que sería de nuestra vida sin anécdotas... jajaja Si... ya había leído que las bicis antiguas de por allí el freno era raro... jajajaja! Y el final ssiempre suele ser una caídita jaja!
Pero bueno... en el momento te cagues en to' pero después lo recordarás y te reirás mucho!
Espero que nos cuentes que tal te va por Frankfurt ... =) A seguir muy bien! Nos leemos =)
Besos