El título de la entrada hace alusión a la
respuesta de Milan cuando le pregunté qué veríamos en Berlín. Schöneberg fue
donde él nació y donde pasó gran parte de su vida, así que aquí nos alojamos
durante los cinco días que estuvimos en la capital. Al haber pertenecido a la
parte oeste, los edificios de este barrio nada tienen que ver con los idénticos
bloques soviéticos que aún permanecen en pie en otras zonas de la ciudad. Eso
no quita que sea un barrio de contrastes, por lo que no es inusual encontrarse
con una majestuosa avenida de imponentes construcciones, como la Grunewaldstraße
y nada más girar la esquina toparse con una enorme vivienda social de fachada
algo destartalada.
Como era la tercera vez que pisaba Berlín, atrás
quedaron los típicos recorridos turísticos. No hay fotos con la puerta de Brandemburgo
o similares, ya que nuestra estancia consistió más bien en reencuentros con
viejos amigos, visitas a galerías y degustaciones de gastronomías que hasta la
fecha me eran desconocidas.
Mi tren llegó a Berlín el pasado viernes por la
noche, con casi dos horas de retraso. La puntualidad y el Deutsche Bahn no
hacen buenas migas, al parecer. En lo que llevo de año, las experiencias
positivas con el transporte ferroviario alemán brillan por su ausencia. Tanto
esperar hizo que me entrase con un hambre voraz, así que nada más llegar fuimos
a un restaurante indio (Maharaja Indisches Restaurant, Goltzstraße 20).
Salir a comer en Berlín da gusto. Los precios
son baratísimos debido a la fuerte competencia y en una sola calle hay
restaurantes de casi todos los rincones del mundo. En Kreuzberg, por ejemplo,
fuimos a un Imbiss de comida sudanesa (Tutti Island, Zossener Str 17).
Por 3,50€ se puede calmar el hambre con deliciosos sándwiches de pan de pita
con falafel o halloumi, verduras y una especie de crema de cacahuete. También
hay gran variedad de platos combinados, todos ellos aptos para veganos (a
excepción del halloumi). En esta misma calle se encuentra un restaurante
tibetano donde el menú también está muy bien en relación calidad/precio (en
torno a los 5 euros). En el Tibet House (Zossener Str. 19) nos sirvieron un plato de arroz con plátano y queso, una sopa y una
ensalada de col.
Otro restaurante curioso y que sin duda merece
la pena es Ixthys (Pallasstraße 21), sobre todo para los amantes de la
comida coreana. El establecimiento es diminuto y ni siquiera hay cuarto de
baño, pero tiene la peculiaridad de que las propietarias son dos coreanas católicas,
por lo que en las paredes hay grandes carteles con citas de la Biblia. Peculiar
como poco.
A excepción del sábado, cuando llovió toda la
tarde, pudimos disfrutar de un tiempo estupendo. Con tanto sol y tanto pedaleo
para ir de un barrio a otro, no podía faltar una buena tarrina de helado. En Berlin
Homemade Icecream (Elßholzstraße 10) todos los helados son artesanales,
como su propio nombre indica, y emplean únicamente productos naturales, por lo
que prescinden de aromatizantes, colorantes artificiales y demás aditivos. Esto
no supone un impedimento para que tengan un aspecto de lo más apetecible. Prueba
de ello es el helado de la fotografía, de coco —con virutas que se deshacían en
la boca— y arándanos.
Además de comer y comer, también paseamos por
otro de mis sitios preferidos en Berlín: el aeropuerto Tempelhof, del cual ya
hablé en mi entrada sobre la capital alemana.
El domingo por la noche fuimos a los cines Babylon
a ver la película Dead man, dirigida
por Jim Jarmusch y con la música de Neil Young. Como entramos con la camiseta
de socios, la entrada solo nos costó 3 euros. Más tarde fuimos al bar
Franzotti, en Kreuzberg, donde sirven exclusivamente cócteles clásicos, es
decir, de la época de la ley seca en Estados Unidos. No utilizan ni nata ni
leche para prepararlos (no es el mejor lugar para pedir una piña colada) y el
barista es quien se encarga de aconsejar qué tipo de cóctel pedir, ya que no
hay carta.
El último día nuestro tren salía a las seis de
la tarde, por lo que aprovechamos para visitar exposiciones en Mitte, uno de
los barrios que más cambios ha sufrido en los últimos años. Si bien antes
pertenecía a la antigua República Democrática Alemana, con interminables
hileras de clones de hormigón (Plattenbau), ahora se ha convertido en una zona
exclusiva de alquileres intocables, plagada de cafeterías minimalistas,
librerías alternativas y galerías de arte. De todas las exposiciones que vimos,
me fascinó una en especial: la del fotógrafo lituano Antanas Sutkus, en la Galerie
Hiltawsky. Sus instantáneas en blanco y negro muestran a la sociedad lituana de
la segunda mitad del siglo XX, bajo el dominio del régimen comunista.
En resumen, el viaje a Berlín no podría haber
ido mejor. La verdad es que se me ha hecho especialmente corto, pero me
consuela saber que en el futuro podré ir más a menudo, ya que está a una hora
en tren de Leipzig.
La familia aún no ha vuelto de vacaciones, pues
siguen en Fuerteventura hasta el día 29. Estos días estoy aprovechando para
hacer algunas compras y continuar disfrutando de mi tiempo libre. La última
novedad es que, tras darle vueltas y vueltas, comparar opciones y leer mil
valoraciones, ayer me compré un nuevo objetivo para la cámara: el NIKKOR 50 mm
1:1,8G. No lo tendré en mis manos hasta el miércoles, pero estoy igual de
emocionada que un niño esperando que llegue el día de Reyes.
Ohhhhhhhhhh Berlin! Siempre me gusta leer entradas sobre esta ciudad, y esta especialmente me ha encantado por todas las recomendaciones de rincones menos conocidos de la capital :).
ResponderEliminarEso de las dos horas de retraso de DB... mamma mia! También he sufrido estrés por culpa de los retrasos de los trenes, pero nunca ha llegado a esos extremos. Espero que luego al menos te devolviesen parte del dinero, porque esos ICE son caros de narices.
Las fotos espectaculares como siempre, ya nos contarás qué tal funciona el nuevo objetivo! :)
Un beso!
¡Pero qué fotografías tan bonitas, Dafne! Me alegro de que disfrutases tanto de Berlín. Es una de mis ciudades pendientes y entradas como esta no hacen más que aumentar mis ganas por visitar la capital alemana.
ResponderEliminarMe gusta mucho el enfoque que le has dado a esta entrada, ¡no es muy común encontrar entradas sobre viajes a Berlín sin la puerta de Brandemburgo!
Abrazos,
Chelo
Como siempre una envidia buena tus aventuras y viajes, cómo entretienen! A propósito del nuevo objetivo de 50 mm y apertura 1.8 lo amaras, tal como decía en alguna página web es el príncipe de los objetivos y una vez tomas con él no lo quieres volver a quitar.
ResponderEliminarPor cierto no olvides también escribir en el otro blog (de nuevo la voz de tu conciencia)
Algunas notas para el camino que se me antojan al ver de nuevo tus ojos de I origins: "florecer mirándote a los ojos, perfección" https://youtu.be/OVsP966Ar6U
Sé que esto no es un blog de moda ni nada parecido, ¿pero podrías decirme qué labial llevas en la última fotografía de esta entrada? ¡Estás guapísima y me parece muy favorecedor!
ResponderEliminarMuchas gracias y disculpa esta pregunta indiscreta :)
Iris.
Espero que no te hayas molestado por mi pregunta, Dafne. Siento mucho si ha sido así :'(
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