Parece mentira que ya hayan transcurrido más de
tres semanas desde que me apeé en la estación principal de Fráncfort. El 31 de
julio puse rumbo a la ciudad financiera, llevando a rastras un pesado maletón
al que no le vendría mal otra hilera de ruedas para hacer más llevadero su
transporte. Como ya comenté en una entrada anterior, me he venido aquí para realizar
unas prácticas de traducción durante dos meses en una agencia estatal, centrada
en el desarrollo sostenible y la cooperación técnica. Por el momento, estoy muy
contenta con esta organización, ya que el ambiente de trabajo es muy agradable
y las tareas no son en absoluto monótonas. Está siendo una buena oportunidad
para tocar otros ámbitos que en la carrera apenas se ven, como la gestión de
proyectos o el control de calidad de las traducciones. Además, la temática es
muy variada y comprende desde informes en materia de medioambiente hasta
boletines de prensa sobre programas educativos en países emergentes.
En cuanto a Fráncfort, he de admitir que me
provoca sentimientos encontrados. Por un lado, me agobia el ajetreo por las
mañanas en la estación; cómo la gente se arracima en los vagones y se agolpa en
las escaleras mecánicas, cómo los hombres y las mujeres de negocios miran
fijamente las pantallas de sus móviles, con ojos fatigados y el semblante gris.
Es precisamente cerca de este edificio donde la ciudad también mostrar su lado
más crudo: grupos de personas con la vista nublada, muchas de ellas tiradas en
el suelo o dando tumbos, resignadas a vivir lo que les queda de tiempo en la
calle, esperando que la adicción acabe con ellas. Vi escenas que bien podrían
haberse descrito en el libro de Christianne F., sobre aquellos niños de la
estación del Zoo que tan pronto habían caído en el círculo vicioso del consumo
de heroína.
Por otro lado, el tumulto también es sinónimo
de agitación positiva: las luces de los edificios jamás llegan a extinguirse
por completo, lo cual invita a pensar que la ciudad nunca concilia el sueño.
Fue sobre todo el pasado domingo, al contemplar el horizonte urbano mientras
paseaba a orillas del Meno, cuando me di cuenta de lo atrayente que puede
llegar a ser residir en un lugar que tanto parece prometer a simple vista.
Callejeando por la ciudad, he podido encontrar rincones
a los que sin duda merece la pena repetir visita. Ejemplo de ello es el barato restaurante
italiano Pizzeria 7 Bello, cuya autenticidad reside en su pequeña terraza,
donde hay dispuestas unas pocas mesas compartidas. Incluso yendo a solas, es
posible disfrutar de una Nastro Azzurro bien fría en buena compañía. Si el
antojo es dulce, entonces lo suyo es ir a la cafetería Aniis: quitando la falta
de originalidad de su decoración hípster, el capuchino es un capricho para el
paladar y las tartas un regalo para la vista. Aunque, si lo que nos gusta es la
repostería clásica alemana, entonces es mejor ir al Café Siesmayer, donde
ofrecen unas tartaletas y pasteles que podrían pasar por obras de arte en
miniatura. Además, cerca se encuentra el Grüneburgpark, mi zona verde preferida
hasta el momento. El domingo pasado fui a este parque para ver Sueño de una noche de verano al aire
libre. Aunque el fresquito nocturno alemán me jugó una mala pasada y este arte
no es santo de mi devoción, me reí mucho más de lo que pensaba con las rimas de
esta curiosa adaptación de la obra de Shakespeare.
Otro punto a favor de Fráncfort es que he
podido ver a viejos amigos a los que no veía desde hacía mucho tiempo.
Precisamente mañana viajo con uno de ellos a Göttingen para pasar el fin de
semana. Después de cinco años, volveré a pisar (seguramente por última vez) la
antigua villa histórica del Goethe Institut. El motivo de mi visita es la
despedida que esta institución organiza, ya que se mudan a otro edificio más
moderno en el centro de la ciudad. Me entristeció oír la noticia, porque guardo
muy buenos recuerdos de mi estancia aquí, pero por otro lado me alegro de
disponer de tiempo para despedirme definitivamente de este lugar.
Hola, Laura:
ResponderEliminarCuánto me alegra saber que todo va bien por Fráncfort. Estaré por allí en dos semanas, así que me apunto todos los sitios que has mencionado. ¡Gracias por compartirlos con todos nosotros!
Disfruta mucho de la visita a Gotinga y del fin de semana.
Un abrazo,
Chelo
Hola, Chelo:
ResponderEliminarGracias por pasarte. Estoy convencida de que disfrutarás tu estancia en Fráncfort y de que lograrás mejorar tu alemán mucho más de lo que esperabas.
Espero que todo vaya bien por Valencia.
Un abrazo,
Laura