Raro es el otoño alemán en el que no hay
alguna semana con lluvia sin descanso. Es entonces cuando empieza a sonar a
cuento esa frase tan repetida como verdad universal: “el cielo es azul”. Pero
son sin duda las temporadas así, donde el panorama que nos ofrece la ventana bien
podría ser una imagen estática, las que tanto se prestan a desempolvar todas
aquellas lecturas pendientes de la estantería. Hace poco me chivaron la
existencia de una joya en Internet: https://www.rebuy.de/, un
sitio web que les da un respiro a los bolsillos de todos aquellos compradores
compulsivos de libros. Mi novio entra dentro de esta categoría de personas, así
que le encargué que me pidiese algunos ejemplares que llevaba tiempo queriendo
leer. Cuál fue mi sorpresa al encontrarme en su apartamento una pila descomunal
de novelas, muchas más de las que le había mencionado. Como no pude resistirme
a comenzar con la lectura de varios, me propuse reflexionar acerca de ellos,
aunque tan solo les dedicase unas líneas; evitando así uno de los problemas que
entraña devorar libros: olvidar todo con la misma rapidez.
1. Memoiren
einer Tochter aus gutem Hause, de Simone de Beauvoir
Hacía tiempo que le tenía ganas a este libro,
porque quería escuchar de primera mano las vivencias de una de las figuras más
emblemáticas de la literatura feminista: Simone de Beauvoir. En este primer
tomo de su autobiografía, la filósofa muestra su reticencia hacia los ideales
cristianos y conservadores de su hogar, poniendo en entredicho muchos de los
deberes que se les imponían a las mujeres de aquella época, como renunciar a la
educación para contraer matrimonio o tener hijos. La obstinación de Simone por
continuar aprendiendo es casi contagiosa, y es una clara muestra del fuerte carácter
de una de las mujeres más conocidas del siglo XX.
En
particular, se me quedó grabada una de sus observaciones sobre la Filosofía: «die
Philosophie hatte mir weder den Himmel eröffnet noch mich fester auf der Erde
verankert». Simone pone de manifiesto sus dudas sobre el
sentido de lo que hace o deja de hacer, una actitud crítica que me condujo a reflexionar
más de una vez sobre mis propias decisiones.
2. Viaje con Clara por Alemania, de Fernando
Aramburu
El segundo libro de Aramburu que cae en
mis manos y otro motivo más para continuar leyendo las novelas de este gran
escritor vasco, quien sin duda se ha ido de cabeza a la lista de mis autores
preferidos. El narrador del libro cuenta las peripecias que su mujer y él viven
al recorrer el norte de Alemania –no pude reprimir más de una sonrisa al leer
las alusiones a Göttingen–, con el objetivo de que ella escriba una guía de
viajes. Rehuyendo de todo acontecimiento espectacular o memorable, el valor de
esta novela reside en el perfecto dominio de la ironía y de la lengua española del
que hace gala el narrador, quien ha logrado provocarme ataques de risa cuando
pensaba que el sueño ya iba a obligarme a perder el hilo argumental de la obra.
Es un magistral ejemplo de una de las peculiaridades de la literatura, donde
muchas veces no es tan importante el qué, sino el cómo.
3. In Plüschgewittern, de Wolfgang Herrndorf
La única obra que había
leído de Herrndorf era Tschick, y aquello fue cuando acababa de comenzar a
estudiar en la universidad –de ahí que poco quedase en mi recuerdo, a pesar de
que fue uno de mis primeros contactos con la literatura alemana de este siglo–.
Apenas llevo algunos capítulos, pero ya se ha convertido en lectura obligatoria
de los trayectos de autobús (es uno de esos libros que se disfrutan mejor en
transporte público). Cuenta la historia de un treintañero que parece ser más
espectador que protagonista y que, llevado por la inercia de esta pasividad
contemplativa, se muda a Berlín, la capital donde todo el mundo se deja
arrastrar en cierta medida.
4. Comment j’ai appris à lire, de Agnès Desarthe
En mi esfuerzo por continuar
leyendo en francés, saqué este libro de la biblioteca hace poco. La relación de
la autora con la lectura comenzó siendo tormentosa y complicada, al ser incapaz
de verle la utilidad a esta actividad. Poco a poco, vamos descubriendo a su
lado cómo la palabra se acaba convirtiendo en su compañera más fiel e íntima,
hasta el punto de llegar a ser su sustento. Me ha traído al recuerdo
aquellos días de mi infancia en los que algunos libros se me atragantaban,
hasta el punto de que los pensamientos me abandonaban a la mínima de cambio y
no lograba leer una oración completa. Aunque, como es lógico, hay muchas cosas
que se me escapan, emplea un lenguaje claro y directo, por lo que siempre
termino uno de sus cortos capítulos con ganas de continuar hojeando.
Hola, Laura:
ResponderEliminarJusto con el suplemento que venía con el períodico de ayer me llamó la atención una entrevista que hacían a Aramburu. Aunque hablaba sobre todo de su vida en Alemania y del éxito de su última publicación, lo que más me llamó la atención fue su ironía al responder las preguntas, así que fue una entrevista de lo más entretenida. De todas formas, aunque no sé si leeré su nuevo libro a corto plazo, me apunto el que recomiendas en esta entrada. ¡Después de tanto leer sobre este autor me ha picado el gusanillo!
Aprovecho también para desearte un feliz año. Espero que todo vaya fenomenal por Alemania.
¡Un abrazo!
Chelo