Aprovechando la llegada del buen tiempo, este fin de semana
decidimos hacer una excursión en bicicleta hasta Breisach am Rhein, una ciudad
a orillas del Rin a tan solo 20 km de distancia de Friburgo. Preparamos
las fiambreras con pan recién comprado en el horno, hinchamos las ruedas de
ambas bicis y nos embadurnamos con protector solar para no regresar con sorpresas
desagradables. Pese a tomar esta última precaución, me quemé parcialmente los
brazos por pensar aquello de que ya les da el sol en primavera con la manga
francesa... Ahora el aloe vera es mi mejor amigo.
El trayecto por Friburgo fue bastante relajado, ya que desde
nuestra casa se puede ir todo el rato a la vera del río y el tramo es prácticamente
cuesta abajo. Atravesamos el pequeño pueblo de Umkirch, cuya única peculiaridad
resultó ser la gran cantidad de adosados con paneles solares en los tejados, pasando
por Gottenheim y Wassenweiler hasta llegar a Ihringen. Aquí decidimos subir a
un pequeño montículo para descargar nuestros bártulos y dar buena cuenta de las
uvas y los bocadillos. Gracias a las lluvias de mayo, la zona estaba salpicada
de cientos de amapolas y flores silvestres. Nos sentamos junto a una viña,
desde donde podíamos contemplar la iglesia y todo el pueblo a vista de pájaro. El
paisaje no recordaba tanto a Alemania, sino más bien a los países del sur de
Europa. Podríamos estar perfectamente en la Toscana italiana o el interior de
España. De hecho, la localidad de Ihringen tiene la temperatura media anual más
alta de toda Alemania. Esta zona se conoce como Kaiserstuhl, cuyo nombre alude
a una cordillera de origen volcánico, y es una conocida región vinícola.
Tras reponer fuerzas, nos pusimos de nuevo en camino en
dirección a Breisach. La ruta estaba llena de ciclistas y familias con
remolques que, como nosotros, se habían animado a darle al pedal en un domingo casi
veraniego. La ciudad de Breisach, tal y como esperábamos, estaba a rebosar de
turistas. Dado que nuestro destino era más bien una excusa para movernos un
poco el domingo, tampoco pasamos demasiado tiempo. Subimos la cuesta para
visitar la catedral románico-gótica (Stephansmünster), que podía vislumbrarse
desde lo lejos gracias a su elevada posición. Desde el patio de la catedral, disfrutamos
de una bonita panorámica de la ciudad y del río. A la vuelta, optamos por coger
el tren, ya que los domingos se puede llevar la bicicleta de forma gratuita.
¡Menuda excursión! En mi opinión (teniendo en cuenta mi baja forma), es un trayecto más que considerable. :O De hecho, leer tu entrada me ha hecho imaginar lo mucho que se reirían los alemanes de mis dotes deportivas en la bicicleta plegable que acabo de adquirir. ¡Y yo que voy tan feliz por Valencia! :P
ResponderEliminarComo siempre, todas las fotografías de tu entrada son preciosas, aunque he de reconocer que el contraste de los extensos campos verdes y el color anaranjado de las amapolas me ha conquistado.
Muchos besos,
Chelo