El furor por las barbacoas en verano parece
contagiar a todos los alemanes. A eso de las seis de la tarde es imposible
pasear sin toparse con el olor a carne a la brasa. Prueba de ello es que esta
última semana he ido a dos con la familia. La primera fue en St. Ottilien,
junto a una cabaña en una colina que pertenece a la zona del Waldsee en
Friburgo. En esta zona hay parrillas y cabañas que pueden reservarse para
celebrar eventos, que en nuestro caso resultó ser una barbacoa organizada por
la clínica donde trabaja la madre. La segunda tuvo lugar en un jardín privado,
en Littenweiler, donde vive un compañero de trabajo del padre. Tanto la madre
como el padre son médicos, así que en ambos casos estaba rodeada de enfermeras,
cirujanos y comadronas. Por suerte los temas de conversación fueron algo
variados, así que no tuve que estar todo el tiempo escuchando diálogos sobre
enfermedades, partos y demás gajes del oficio.
Ayer fui con mi novio y sus amigos a
Baden-Baden en tren regional, para visitar la exposición de Heinz Mack en el
museo Frieder Burda. Como compramos el Baden-Württemberg-Ticket y éramos cinco,
salimos a algo menos de 10 euros por cabeza. Este billete permite viajar de
manera muy económica por una región entera si vas en grupo, aunque hay que
tener en cuenta que los trayectos se hacen algo largos, ya que solo te permite
coger trenes de cercanías. Nuestro viaje duró una hora y media más o menos.
Salimos desde la estación principal de Friburgo e hicimos transbordo en
Offenburg.
La entrada al museo nos costó a todos otros 10
euros al ser estudiantes, excepto a un chico que tenía Historia del Arte como Nebenfach en la carrera, que solo pagó 5
(logró ganarse el “odio” del resto del grupo). Aunque he de admitir que no soy
muy aficionada al arte contemporáneo, la exposición me pareció interesante.
Heinz Mack es un artista alemán cuyas obras juegan con los efectos de la luz
sobre distintos materiales, como el acero, la cerámica y la escayola, los
cuales presentan diversos relieves. Además, es uno de los protagonistas del
conocido como Land Art, donde las
obras suelen encontrarse en el exterior y se integran con el paisaje. Me llamó
sobre todo la atención una serie de fotografías en el desierto del Sáhara,
donde las obras del artista parecían mimetizarse con el entorno. También me resultó curiosa una escultura en la
que las piezas de metal se movían simulando corrientes de agua, gracias a un
motor situado en la parte trasera.
Para aprovechar el resto de la tarde, fuimos a
un sitio clave en la ciudad de Baden-Baden: el casino. Yo no tenía intención
alguna de jugar, pero quería ver el edificio por dentro y mis compañeros de
viaje se habían traído alguna que otra prenda para la ocasión, así que qué
menos que probar suerte. Por desgracia, la entrada de por sí ya costaba cinco
euros y era imprescindible llevar corbata o pajarita (no solo camisa), así que
el hombre de la entrada, al ver nuestras caras, nos soltó: “Con el alquiler del
esmoquin y la entrada creo que ya se os va todo el capital que teníais pensado
apostar, ¿no?”. No se me ocurre una forma más contundente de llamarnos
estudiantes mendigos. Al final entramos a la sala de máquinas, donde la entrada
solo costaba un euro y donde pudieron jugar a la ruleta. El ambiente era algo
deprimente y no gozaba del glamur de la sala de arriba, pero salimos de allí
quince euros más ricos, así que no estuvo nada mal.
La buena noticia de esta semana es que al fin
sé dónde me iré de vacaciones en agosto. Del 15 al 29 la familia viaja a Fuerteventura,
sobre todo con la idea de practicar su deporte preferido: el kitesurfing. Yo aprovecharé para irme
esos días a Berlín, a casa de mi “familia política”. Será la tercera vez que
esté en la capital alemana, pero tengo ganas de continuar descubriendo rincones
de esta enorme ciudad.
Qué preciosas fotos... y que buen tiempo! Que lo pases genial en Berlín ):
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