lunes, 6 de julio de 2015

Días de adaptación


Creo que he superado con bastante éxito mis primeros días como au pair por aquí. Lo cual no quita que haya habido más de un percance, claro. El miércoles fue sin duda el día que se llevó la palma de oro.

Resulta que tenía que pasar prácticamente todo el tiempo con los niños, porque los padres se iban de cena. Cuando me dispuse a recogerlos de la guardería, dejé como siempre la bicicleta en la puerta, pero en vez de atarla a una valla igual que las otras veces, puse el candado atado a la propia rueda. Tras lograr que el niño pequeño se montase en el remolque y haber unido este con el enganche de la bici, empecé a pedalear. Cuál fue mi sorpresa al notar que, tras avanzar un poco, había algo que hacía tope y que no me permitía continuar pedaleando. Extrañada, bajé de la bici para inspeccionar el remolque. “Tengo que haber montado mal en el remolque”. Tras supervisar todo cual inspector del FBI, llegué a la conclusión de que todo estaba en orden, así que volví a intentarlo, porque igual la primera vez habían sido imaginaciones mías y ahora todo salía bien (lógica del chichinabo). De nuevo, la bici hacía tope. Fue gracias al niño pequeño que caí en la cuenta de qué no cuadraba: “El candado está en la rueda”. Un fuerte aplauso para mí. Con las prisas por montar el remolque, había olvidado quitar el candado. Y claro, al pedalear, este se había quedado enganchado con la cadena, por lo que de ahí no lo sacaba ni Sandokán. En un arranque de desesperación, empecé a manosear el candado y a tratar de sacarlo (con estas cosas paniqueo con una facilidad impresionante). Delante de la puerta de la guardería, las manos llenas de grasa y sudando la gota gorda, mientras el resto de padres pasaban impasibles sin dignarse a preguntarme si necesitaba que me echasen una mano. Un gran detalle por su parte.
Justo cuando el niño pequeño iba a pedir ayuda a alguien de la guardería, logré sacarlo, para mi gran asombro. Creo que me ahorré que la situación hubiese sido mucho más incómoda y absurda.

En comparación con este episodio, subir la cuesta de vuelta a casa fue coser y cantar. De tanto ir en bici por la montaña arrastrando el remolque, se me van a quedar unas piernas con las que seguramente podré dar mi gran salto al culturismo de competición. El calor infernal tampoco acompaña a la hora de hacer el trayecto más agradable…

Retomando el tema de la guardería de los niños, he de decir que ambos van a un tipo de Kindergarten que no conocía: Waldorfkindergarten. La pedagogía de estas guarderías (así como colegios) está basada en la antroposofía, una teoría del filósofo austriaco Rudolf Steiner. Según esta concepción, el hombre está dividido en cuerpo, alma y espíritu. También hay cabida para los conceptos de la reencarnación y del karma. El educador debe ayudar al niño a encontrar la individualidad de cada una de sus partes. Todo esto suena muy místico, pero a efectos prácticos supone que hay mucha más libertad a la hora de realizar las actividades, donde se le da mucha importancia a ejercicios manuales como puede ser confeccionar una bolsa de tela, hornear pan o hacer representaciones con marionetas; así como al contacto con la naturaleza gracias a diversas excursiones. Intentan por todos los medios que los niños no tengan un contacto tan temprano con las nuevas tecnologías. De hecho, una de las cosas que me llamó la atención en la casa es que no hay televisión (lo que no se debe a una falta de espacio). Además, no se usan libros de texto ni se hacen exámenes, por lo que no hay ningún tipo de notas. Los niños aprenden a leer y a escribir a partir de los 6 años.


El sábado por la tarde, para soportar el calor achicharrante, me fui con Milan al río Dreisam, por la zona de Littenweiler. Esta parte del río la han reformado, ya que ahora hay una serie de montículos con árboles que antes no estaban. A falta de poder hacer mucho más por el insoportable bochorno, nos hinchamos a sandía, leímos en la sombra, observamos a los bañistas y también nos dimos algún que otro chapuzón.




2 comentarios

  1. Vaya, vaya, vaya... me sé de una que va a tirarse en ese lugar de la orilla del Dreisam muuuuuuuuucho tiempo :P. Ya te preguntaré más adelante cómo se llama la zona, que ahora se me olvida :P. Una cosilla: en Friburgo (o alrededores) hay zonas aptas para andar en patines? O sea, camino asfaltado y sin cuestas. Es que como bien conté en una vergonzosa entrada, me compré unos patines, y me gustaría llevármelos a Alemania.

    En cuanto al candado... madre mía. Y anda que los padres qué majos, que nadie se acercara... en fin. A las au pairs en apuros nadie nos ayuda, pero siempre salimos adelante :). Me alegro de que el proceso de adaptación esté yendo bien, supongo que conocer la ciudad también te estará ayudando :).

    Un beso muy fuerte!!!!!!!!!!!!!

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    1. Yo paso muchísimo tiempo en el Dreisam siempre que quiero relajarme y disfrutar del buen tiempo :) Si te soy sincera, no me viene ahora a la mente ninguna zona donde se pueda patinar bien, pero tiene que haber alguna. El problema es que hay mucho suelo empedrado (como en tantas otras ciudades alemanas), así que no se me ocurre ningún sitio ideal para patinar. Quizás por la zona donde ponen la feria y donde está el aeropuerto militar, que está algo a las afueras. Preguntaré por ahí, a ver si alguien sabe más que yo acerca del tema.

      ¡Un beso, bonita!

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