jueves, 18 de febrero de 2016

¿Hypezig?

“Hypezig” o “el nuevo Berlín” son algunos de los apodos que se le han dado a Leipzig en los últimos años. En boca de muchos, la ciudad de moda se ha granjeado la fama de ser un auténtico hervidero hípster: la nueva cafetería de decoración nórdica minimalista, cuya oferta americanizada de dulces abarca desde el banana bread al carrot cake (atrás quedan la alemana tarta de queso o el Apfelstrudel); la antigua fábrica de algodón que ha pasado a ser el hábitat productivo de distintos artistas y arquitectos, el completo programa de películas y conciertos en el centro sociocultural naTo, las exposiciones transgresoras de los estudiantes de la Hochschule für Grafik und Buchkunst…




Pero, como suele decirse, lo poco gusta y lo mucho cansa. Así que precisamente este torrente de alabanzas a la ciudad sajona ha acabado por quitarle brillo a su atractivo. Los alquileres comienzan a subir poco a poco, la universidad está abarrotada de estudiantes que parecen salir del mismo molde y cada vez son menos los espacios que se prestan a su reutilización. Muchos son conscientes de que la excesiva publicidad está acabando con el encanto de la ciudad, como el publicista André Hermann, quien se mudó a Bruselas al comprobar el declive que su ciudad adoptiva estaba experimentando.

En mi último viaje en el ICE, leí un artículo de la fascinante revista gratuita del Deutsche Bahn, donde los periodistas afirmaron que, en efecto, la antigua ciudad de la RDA ya se había quedado obsoleta tras tanta propaganda. En su lugar, le pisaban los talones sus pequeñas vecinas pre-soviéticas: Halle, Chemnitz o Erfurt. El artículo es un poco para tomárselo a risa y probablemente no se les ocurrió nada mejor a los redactores, porque cualquier que se dé una vuelta por Chemnitz o Halle sabrá que mucho tiene que llover para que estas ciudades lleguen a ponerse al nivel de Leipzig.

(Club-Mate, la bebida hipster por excelencia. Viene bien cuando necesitas un chute de cafeína)

Cuando estaba de Erasmus en Friburgo, no dejaba de darle vueltas a las oportunidades que una ciudad como Leipzig podría ofrecerme de cara a estudiar el máster. He de admitir que mi interés se vio incentivado por todos los rumores que circulaban acerca de la vida cultural de la ciudad. Creo que fueron precisamente estas altas expectativas lo que hicieron que me quedase un poco despagada. Como ya comenté en otras entradas, el comienzo no fue fácil. Una habitación sin amueblar, la inminente llegada del invierno y otros factores supusieron una barrera para que me llegase a sentir bien acogida. Sin duda esto se agravó al compararlo con mi experiencia en Friburgo. Decir que Friburgo es mi segunda casa sería mentir. Friburgo siempre ha sido sinónimo de hogar, a diferencia de Valencia. Esta ciudad extranjera pasó a resultarme familiar en cuestión de pocos días, hasta que llegó incluso a sentirse como un lugar conocido que siempre había estado ahí.

A pesar de que aún no me sienta parte de mi nueva ciudad, en Leipzig intento aprovechar al máximo las oportunidades que esta brinda. Descubrir pequeñas librerías donde no hay sitio para los best sellers, visitar la biblioteca de arte en la Halle 14, asistir a las tertulias en español y alemán con comida mexicana en el Café Yellow, visitar diversas exposiciones de arte de artistas incipientes… Estoy segura de que con la llegada del buen tiempo los eventos se multiplicarán y de que me ayudará a sentirme más a gusto.


Mein Leipzig lob' ich mir! Es ist ein klein Paris, und bildet seine Leute.

1 comentario

  1. Es un agrado leer tus entradas.
    Espero logres sentirte parte de la ciudad. Cada nueva experiencia en ella hará que la colonices, y al parecer, te encanta conocer cada recodo de las cosas.

    Un beso, suerte preciosa.

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